Alimentación
Grasas asesinas
Empieza el curso y la mayor parte de los niños comen en el cole. En los centros juran y rejuran que sus menús son impecables; que están completamente revisados y supervisados por nutricionistas y que no tienen nada que envidiar a los caseros, aunque conviene completarlos en las cenas familiares. ¿Asunto resuelto, pues, el de la alimentación? Pues no, porque lo que comen entre la comida y la cena –y lo sabíamos antes de que nos lo dijera el Ministerio– es una porquería: chuches cargadas de azúcar, saborizantes, conservantes y aditivos; patatas fritas con más calorías que la temidísima hamburguesa y que, aunque presumen de estar hechas con aceite de oliva no se recomiendan a los proclives al colesterol… Y, sobre todo, unos bollos industriales en los que se esconden –porque a veces no se señala claramente que las contienen y se ocultan bajo el nombre de «gasificantes»– unas terroríficas grasas saturadas. A mí no me gustan las prohibiciones en general, pero en este caso, me alegraré de que se retiren del cole los «bollos malditos». Y no sólo porque sea más fan del bocata de chorizo, sino porque creo que si se retiran, ya se buscarán la vida los fabricantes para volver a ofrecerlos, pero esta vez sin esas grasas saturadas que no sólo engordan: a la larga matan.
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