Convenios colectivos

Adiós también a los sindicatos

La Razón
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Entre los últimos mineros, los funcionarios y las mecánicas cajeras de las grandes superficies se agudiza la crisis de fe en los santones de sindicato. Se frisea el agnosticismo. Con el arcón vacío y la prensa bramando, echa raíces entre los que no llegan a fin de mes, la sentencia que lleva al desvarío: «Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo estoy empezando a sentirme fatal». La banca, los plutócratas, el poder y sus máscaras, y ahora, la estampita y el megáfono sindical, hechos también añicos al quedar muy bien acabado el estereotipo/muñeco vudú de los «Méndez-Toxo». Ha calado en el autobús de línea que todos los de la causa obrera son iguales, sablistas del sistema, chinches en la nómina de los asalariados, comisionistas del Gobierno. Como sucede con muchas noticias, no importa demasiado que no sea totalmente verdad, porque la verdad se utiliza con frecuencia como acontecimiento para lograr un fin. Así, antes de que llegue la huelga, UGT y Comisiones ya han sido repudiadas, alanceadas; primero por plegarse a los mesiánicos designios de Zapatero y, en estos días septembrinos, por organizar una movida general a deshoras, con todo el «pescao» vendido. Si el 29-S fuera un mal necesario, en palabras de Valle-Inclán, dejaría de ser mal y ya sólo sería necesario. Anotados los sindicatos como algo más en lo que dejar de creer, se pregunta qué nombres, más allá del de la madre de cada cual, quedan en la lista para mantener una cierta esperanza colectiva.