Estados Unidos
La fuerza de la fragilidad por Cristina López Schlichting
Hay algo muy conmovedor en la imagen de un montón de obispos ante una anciana que cuenta cómo un sacerdote abusó de ella cuando era una adolescente. El valor del Papa Ratzinger para tirar de la manta sólo se explica desde una confianza absoluta en la verdad y su capacidad curativa. He crecido con una madre germana y he de decir que, a pesar de sus grandes defectos, los alemanes tienen entre sus virtudes este gran amor a la sinceridad. Las verdades de mi madre a veces dolían como puñetazos. Pero además de alemán, Benedicto es católico. Esto es, cree que Cristo es la verdad. Obligarse a reconocer que algunos de sus «hombres» son pederastas, en medio de una sociedad dispuesta a lincharlos mediáticamente, sólo es posible si estás convencido de que Otro más grande va a salir Valedor de estos desdichados y va a salvar a la Iglesia misma. Los datos sirven de muy poco. Es verdad que de las 210.000 denuncias por pederastia presentadas en Alemania desde 1995, sólo 94 corresponden a eclesiásticos. Es cierto que hay cinco veces más pastores protestantes acusados de pedofilia en Estados Unidos que sacerdotes católicos (lo que demuestra que la pedofilia no tiene que ver con el celibato, ya que los clérigos protestantes se casan). Y es real que, frente a los 100 curas condenados en Estados Unidos, hay casi 5.000 pederastas entre los entrenadores y profesores de gimnasia, lo que revela un problema social mucho más amplio; pero nada de eso puede matizar la condena que aquí hacemos de los hechos ni el odio de una mentalidad secularizada que exige a la Iglesia una pureza que no reclama a Polanski, sin ir más lejos. Por eso, echar a los tuyos al ruedo exige una fe excepcional. Una certeza de que no hay nada más importante que la Verdad. Y una convicción de que hay un poder absoluto en su frágil belleza. Y eso, señores, esa certeza del Papa, me conmueve.
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