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JAVIER URRA: «Cuando la autoridad actúa los jóvenes se quedan perplejos»
VALENCIA- En su currículo abundan cargos y responsabilidades en torno al análisis de los jóvenes. Fue el primer defensor del Menor en la Comunidad de Madrid y ahora es profesor de Ética, Psicología y Enfermería Psicosocial de la Complutense. Ayer presentó en Valencia «Hablemos de felicidad», del Instituto Coca-Cola de la Felicidad.
- «Hablemos de la felicidad», pues empiece por definírmela.
-Es un estado de ánimo cotidiano y huidizo. Son brochazos de momentos, de alegría, de dolor y de aburrimiento. Nos han vendido que debemos ser siempre felices ¡y lo hemos comprado! pero a la vida no se le puede pedir más de lo que ofrece.
- «La felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...» ¿Coincide con Groucho Marx?
-Es una interpretación divertida, pero no la comparto. El dinero no da la felicidad, pero la salud tampoco. Hay personas con enfermedades irreversibles que son felices y gente sana infeliz. Lo que sí es imprescindible es el amor. Necesitamos alguien a quien querer y alguien que te quiera.
-¿Los recortes en sanidad son también recortes en felicidad?
-La crisis no ha cambiado el porcentaje de personas que se consideran felices y que ronda el 84 por ciento. Porque la felicidad nos la dan los seres queridos. Hoy en día más que nunca, hace falta un carácter optimista y esperanza. Cuando la vida te abofetea, tienes que volver a mirarla a los ojos. Y es que hay pesimistas crónicos y agoreros que son felices siendo infelices.
-Hay una nueva corriente que critica el exceso de optimismo.
-Estoy de acuerdo. El cáncer no tiene nada de positivo, y sólo con una actitud positiva no se cura.
-¿Qué deprime más, ser un humilde con problemas o un rico venido a menos?
-Haber tocado techo y haber bajado. Pero es que la gente funciona muy mal. Yo he pisado la moqueta del poder y el barro de la pobreza, y no debes acostumbrarte ni dar nada por sentado.
-¿Qué necesita un país para ser feliz?
-Una versión más moderna de cómo educar a los niños. Soy pesimista en cuanto a la erradicación de la violencia de género.
-¿Qué cree que mueve a los jóvenes de la Primavera Valenciana?
-Sé poco del caso, así que no puedo juzgarlo, pero en este tipo de actos existe un porcentaje muy pequeño de estudiantes. Hay muchos que manifiestan su vómito, gente cobarde a la que le gusta la violencia y aprovecha estas ocasiones para lanzarla. La Policía debe ser contenedora y contenida, pero ambas partes deben saber que si a alguien se le acosa, se puede esperar una respuesta desproporcionada.
-¿Qué tipo de juventud tenemos?
-Es maja, preparada y con un gran sentido de la lealtad, pero profundiza muy poco. Son jóvenes con mucha información, pero poco conocimiento y con una gran dificultad de expresar sentimientos más allá de los «emoticonos». Son excesivamente tranquilos. No les damos opciones y no protestan. Además han perdido el respeto a la autoridad, así que si ésta actúa como lo hizo en Valencia, se quedan perplejos. Cuando yo iba a la Universidad, si ibas a una manifestación, sabías que iban a pegar palos.
-Dicen que somos poco productivos, ¿lo seríamos si fuéramos más felices?
-Puede, hablamos mucho en lugar de resolver los problemas.
-¿Cree en el «coaching»?
-Existe mucho charlatán de la autoayuda y el autoapoyo. Vivimos en una sociedad con exceso de abogados y psicoterapias. Hay mucha tontería, mucho aparentar y la crisis lo que tiene de bueno es que nos obliga a ser austeros.
Las matemáticas de la felicidad
Javier Urra (Estella, 1957) es «profundamente feliz». Tuvo una infancia «buena», cuenta con un «estupendo» grupo de amigos, dos hijos «maravillosos» y un matrimonio de 30 años. Se define como «un tipo con mucho interés que ha trabajado con lo más horroroso de la sociedad y la más cruda realidad» y que, justo por eso, aprecia las cosas pequeñas del día a día. Y además, tiene la fórmula de la felicidad. Se suma optimismo, esperanza, ilusión, relativizar los problemas, regalar sonrisas, capacidad de perdón, compasión y se le resta la envidia, las comparaciones, el sentimiento de inferioridad, el rumiar las ideas negativas, el rencor y el estar con las personas tóxicas. El resultado se multiplica por dos, que es compartir. «Porque cuanto más se da, más se tiene».
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