España
Cómo arruinarse la vida con el tabaco por José Antonio VERA
Cuenta la prensa argentina como el cantante Sandro, un empedernido fumador de cigarrillos, falleció por un shock séptico a 45 días de recibir un trasplante de corazón y de pulmón, imprescindible tras empeorar su Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). El artista debió someterse en esos días a otras siete operaciones y nunca dejó de luchar, según los médicos que lo atendieron. Finalmente, una infección bacteriana que había contraído en otro hospital terminó con su vida. Fumador desde muy joven, y arrepentido confeso desde hacía años, Sandro, cuyo verdadero nombre era Roberto Sánchez, padecía EPOC y el trasplante era su única esperanza. La EPOC es una enfermedad progresiva que hace que sea difícil respirar y empeora con el tiempo. La principal causa de la misma es el hábito de fumar, pero también la exposición a largo plazo a otros irritantes de los pulmones, como el aire contaminado, los vapores químicos o el polvo. Existen dos formas principales de EPOC: la bronquitis crónica, que causa una gran cantidad de mucosidad en las vías respiratoria, y el enfisema, enfermedad pulmonar que destruye los alvéolos. La mayoría de las personas con EPOC tienen síntomas de ambas.
Actualmente la enfermedad avanza hasta el punto de que está previsto se convierta en el año 2020 en la tercera causa de mortalidad del mundo. Sin embargo, la mayoría de la gente aún no sabe de qué se trata. En los dos primeros estadios, no suele dar síntomas. Ante la falta de manifestaciones evidentes, es crucial tener un diagnóstico temprano ya que si se ofrece tratamiento inicialmente es posible frenar su avance. Pocos saben que esta dolencia daña progresivamente los pulmones. El consumo de cigarrillos va generando inflamación, estrechamiento y obstrucción en las vías aéreas y afectando la vida cotidiana de los pacientes, llevándolos a vivir menos años. A medida que la enfermedad avanza, va dando señales. Aparecen tos crónica, dificultad en la respiración, cansancio, mucosidad excesiva, disnea y falta de aire. Los fumadores adjudican estos malestares a la edad o bien se acostumbran a convivir con ellos, sin darles demasiada importancia. El paciente suele ir al consultorio cuando la EPOC ha avanzado o porque sufrió alguna bronquitis o pulmonía. Pese a lo que se suele creer, cada cigarrillo es dañino. No hay pitillo inocente. En general, el fumador que termina en el consultorio con problemas respiratorios es aquel que consume una media de quince cigarrillos al día. Dejar de fumar es la primera indicación para evitar la enfermedad, o para detenerla a tiempo. Y éste es quizá uno de los aspectos más complejos del problema. Hay pruebas eficientes a efectos de determinar si se padece EPOC. Por ejemplo, la espirometría, que consiste en soplar con fuerza una maquina pequeña para evaluar la capacidad pulmonar.
O auscultar los pulmones con un estetoscopio. Las radiografías, sin embargo, no siempre son útiles. A veces no detectan la enfermedad. Si que es eficaz, sin embargo, la "gasometría arterial", un examen de sangre que mide las cantidades de dióxido de carbono y oxígeno.
No hay ninguna cura para la EPOC como tal. Sin embargo, existen muchas cosas que se pueden hacer para aliviar los síntomas e impedir que la enfermedad empeore. Lo primero, dejar de fumar, la mejor manera de reducir el daño pulmonar. Los medicamentos usados para tratar la dolencia abarcan inhaladores (broncodilatadores) para abrir las vías respiratorias, o esteroides inhalados para reducir la inflamación pulmonar. Pero dejar de fumar es lo principal. Hace treinta años casi la mitad de adultos fumábamos en España. Antes de 1990 este número había caído a un tercio. Actualmente, sólo un cuarto son fumadores. De todos los componentes del tabaco, la nicotina probablemente sea el menos peligroso. La nicotina es una droga que crea adicción. Pero el humo del tabaco contiene unos 4000 productos químicos, incluyendo 50 agentes carcinógenos y otros venenos.
Cuanto más se fume, más posibilidades de desarrollar Epoc. La única cura segura es dejar de fumar. Se evita uno así complicaciones añadidas tales como arritmias, oxigenoterapia, neumonías, desnutrición, gripes y resfriados frecuentes, aneuritmias y hasta problemas sexuales, neuropatías ópticas, degeneración macular, etcétera. Y se eliminan problemas relacionados con el hábito de fumar, como el hedor característico que desprenden la ropa, el pelo, la piel y el aliento del fumador. Algo que quien fuma no nota, pero que es evidente y desagradable para todos los demás. Aunque quizás esto sea lo menos peligroso del tabaco. De lo peor, probablemente, la EPOC, la nueva enfermedad que azota al mundo.
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