Tormenta ganadera por César Lumbreras

Durante julio se está produciendo una tormenta casi perfecta sobre el sector ganadero español. Para eliminar el «casi» sólo hace falta que bajen los precios de los animales, de los huevos o de la leche, hecho que ya está sucediendo en el caso de estos dos últimos productos. La cotización de los cereales en el mercado interior se ha disparado como consecuencia de la confluencia de tres factores.

El primero, la escalada que se registra en las principales plazas internacionales debido a las malas condiciones climatológicas para los cultivos de maíz en EE UU, que reducirán la cosecha.

El segundo es la depreciación del euro frente al dólar, lo que provoca que nos cueste todavía más la mercancía que se importa.

El tercero es la mala cosecha de cereales de otoño invierno que se ha registrado en nuestro país, con un importante recorte de la producción y de las disponibilidades. A todo lo anterior hay que añadir la subida del precio de las oleaginosas, especialmente de la soja, producto básico junto al maíz en la alimentación animal.

Resulta que España es deficitaria en cereales, especialmente en maíz. También es absolutamente dependiente del exterior en el caso de la soja. En resumidas cuentas, que la mayor parte de nuestra ganadería, especialmente la de carácter intensivo (porcino, avicultura tanto de puesta como de carne, engorde de vacuno y lácteo) depende de las importaciones de estos dos productos. Por este motivo, sus costes de producción se han disparado ya. Hay dos incógnitas en estos momentos. La primera, saber hasta dónde va a llegar la escalada de los precios de los cereales y las oleaginosas. La segunda, conocer cuánto tiempo se mantendrán en niveles tan elevados. La situación recuerda a la que se vivió en el verano de 2007, a raíz de la crisis de las hipotecas basura en EE UU. Como en aquella ocasión, el mercado de los cereales y las oleaginosas también se ha convertido en terreno abonado para la actuación de los especuladores, lo que ha aumentado el problema.