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Gil Fernández: «Aunque no lo parezca el latín está en la calle»

«Creo que un experto en latín siempre es útil», asegura

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El Pleno de la Real Academia Española (RAE) eligió ayer al latinista Juan Gil Fernández como nuevo miembro de la casa para cubrir la vacante que dejó con su fallecimiento Miguel Delibes, es decir, el asiento de la «e». Gil, que ya había aspirado a ingresar en la institución anteriormente, era ayer el único candidato al asiento, y contaba con los avales de los académicos Francisco Rodríguez Adrados, Emilio Lledó y Salvador Guitiérrez. «Llego con ilusión y creo que un latinista puede ser muy útil en la Academia. Yo voy a tratar de serlo. Es el sueño de una vida», dijo ayer tras conocer su designación.

«La Academia siempre ha tenido latinistas, y, aunque la tarea de estudio del latín está bastante trillada por buenos predecesores, siempre hay cosas por hacer y por descubrir», dijo en conversación telefónica con este diario, mientras de fondo no paraban de sonar otros timbres telefónicos. Para Gil, uno de los desafíos que tiene por delante la RAE y que le hace particularmente ilusión es el Diccionario Histórico. «Me encantará participar en lo que la institución decida, porque ellos sabrán dónde puedo ser más útil, pero el Diccionario Histórico me parece un reto muy bonito», comentó. Un latinista puede ser fundamental en esa tarea. «¿Fundamental? No sé, yo me conformo con ayudar».

El gran latín
Gil es un reputado filólogo, doctor por la Facultad de Letras de Bolonia, y ha publicado más de 300 investigaciones sobre la lengua, abriendo horizontes hacia el latín de los visigodos y en el de los mozárabes. Gil Fernández reconoce sin ira que el estudio de su pasión, el latín, «está bastante arrinconado últimamente. Lo comprendo, con todo lo que tienen que estudiar los jóvenes hoy, pero merece un lugar mejor. El castellano no es más que el latín del siglo XXI. Basta con arañar la calle para darnos cuenta de que está ahí, debajo de todo lo que hacemos», explicó Gil Fernández, que ha sido docente en el instituto «Beatriz Galindo» de Madrid. Por eso mismo, tampoco le molesta la cantidad de palabras que se adaptan del inglés en lugar de buscarlas en las raíces de la lengua paneuropea. «Ha ocurrido antes con el árabe, que se integraba en el castellano sin problemas, sin buscar correspondiente latino, por el uso».
 
Para el nuevo académico, la vida propia que tiene la la lengua hace que la Docta Casa no esté alejada de la sociedad. «Escucha lo que la Academia aconseja, las cuestiones que propone. Alguna vez los hablantes protestan, pero es que ellos tienen la última palabra y así es como tiene que ser. Pero hay mucho respeto», asegura. Sin embargo, para este catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla, «el apoyo se debería apreciar también en ayudas similares a las del mundo anglosajón. En España esperamos todo del Estado y creo que la asignatura pendiente es que los particulares hagan sus aportaciones, como ocurre con las instituciones culturales americanas, por ejemplo», afirmó.

Gil Fernández ha resultado elegido «de forma muy holgada», según el secretario de la RAE, Darío Villanueva, que destacó que el nuevo académico «es un prestigiosísimo latinista», cuya dedicación abarca el latín medieval y el renacentista, informa Efe. «Es un humanista con un sentido muy amplio de su disciplina y es un filólogo que ha indagado sobre la cultura, la sociedad y la historia», señaló el secretario. «Es uno de los grandes especialistas en el uso de la lengua latina de lo que es Hispania y de lo que son los reinos españoles medievales y también en el Renacimiento», añadió.


«Colón no murió pobre»
Uno de los trabajos más destacados de Gil Fernández gira en torno al lenguaje que utilizaba Cristóbal Colón, cuyos orígenes están en cuestión permanente. «Fue un escritor fantástico, aunque mal gobernante. Es fascinante verlo razonar y cómo intenta explicar el nuevo mundo», afirma. Ha estudiado «las ideas cosmográficas» del genovés e «incluso sus cuentas». «Eso de que murió en la pobreza y en la ingratitud de España no es cierto. Colón murió millonario y cobrando el diez por ciento de las Indias, que era un dineral», dice Gil Fernández.