Barcelona
La cota cero del PSOE por Andrés Muriel
Amaneció el Partido Socialista el 21 de noviembre como las playas de Cádiz a finales de marzo. Tanto se acercaron la Tierra y la Luna que el agua se remangó a niveles históricos, quedándose la Caleta con un esqueleto de piedras y de algas. Entre el Castillo de Santa Catalina y de San Sebastián, la gente, por primera vez en su vida, andando. Treinta años después de la marea socialista provocada por González y Guerra, hay otra bajamar excesiva, tope. Es ahora el PSOE el que tiene su cota cero. Y lo más significativo es que Andalucía también es parte de ese esqueleto de piedras y de algas en el que se ha quedado reducido el Partido Socialista. No hay nada a flote, salvo dos islotes a mil kilómetros de distancia: Sevilla y Barcelona.
En mitad de este solar se encuentra Griñán, solo ante la ofensiva del PP y con una de las dos balas gastadas. La única que le queda es la del efecto de unas elecciones propias en Andalucía, que llevan sin celebrarse junto a las generales desde 1994. Aquellas, las de junio de 94, fueron las primeras en las que se presentó Arenas, las que abrieron el bienio en el que el PSOE-A ha estado más contra las cuerdas y en las que Chaves se quedó con el miedo en el cuerpo después de ver a un Partido Popular rozándole los talones: a cuatro escaños y a poco más de 150.000 votos. La bala que se le ha encasquillado a Griñán y a todo el Partido Socialista es la del recurso al miedo. Asusta más el 30 por ciento de paro andaluz que los ladridos del doberman. Ni el vídeo con reflejos del No-Do y título de cinta en cartelera - «Señoras y criadas»-, lamentable –por cierto–, ni el picnic panfletario en los colegios y ambulatorios, ni la llamada a que Rajoy «va a sacar a los ancianos de los asilos». Todo se ha quedado sin efecto ante una necesidad mayor, una necesidad en todo el sentido amplio de esta palabra: la gente lo único que espera es una llamada para ponerse el mono, llenar las baldas del frigorífico y comenzar a pagar las deudas. No hay milagros ni varitas mágicas, ya lo ha dicho Mariano Rajoy en su primera aparición en el balcón de Génova. Pero la gente ha comprado el género del PP como si fueran series enteras de loterías: a ver si toca.
Quiere todo esto decir que Griñán tiene que abrir un camino nuevo, reinventarse en cuatro meses –mucho reinvento parece–, y crear una estrategia aún sin definir si quiere mantener a flote, con la ayuda de Izquierda Unida, Andalucía. Al cabo de treinta años, el pendulazo. Se quebró la pleamar socialista. El PSOE está ante su cota cero de rocas y algas.
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