Crisis política en Italia
Berlusconi recurre a la xenofobia para no perder la alcaldía de Milán
El principio del fin de la trayectoria política de Silvio Berlusconi puede estar en manos del millón de milaneses que están llamados a participar en la segunda vuelta de las elecciones municipales, celebradas ayer y hoy en la ciudad lombarda y en otras doce capitales provinciales italianas, entre las que destaca Nápoles.
Milán, la urbe más industriosa de Italia, la cuna de «Il Cavaliere» y de sus empresas y el bastión histórico del centro derecha, se ha convertido estas dos últimas semanas en una obsesión para el primer ministro. Aunque asegura que no dimitirá pese a que su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL), se vea superado por el centro izquierda en Milán y en Nápoles, Berlusconi y su Gobierno se juegan la estabilidad en las urnas milanesas. Si, como aventuran muchos analistas, la candidata del PDL, Letizia Moratti, se ve superada por su rival, el ex comunista Giuliano Pisapia, a «Il Cavaliere» se le harán muy cuesta arriba los dos años que le quedan de Legislatura.
Berlusconi tendrá que afrontar este tiempo lastrado por esta derrota, con un nivel de popularidad hundido en un mísero 30%, la cifra más baja desde que volvió al Gobierno en 2008, y con cuatro juicios pendientes. Uno de ellos, además, por las duras acusaciones de prostitución de menores y abuso de poder. Los nervios que siente Berlusconi por la posible pérdida de Milán son evidentes en las declaraciones tan fuera de tono que ha realizado estos últimos días. Perdida la iniciativa por los casi siete puntos con que Pisapia superó a Moratti en la primera vuelta, el primer ministro ha decidido recurrir al miedo y a la xenofobia como argumento electoral. En un mensaje en vídeo ofrecido en la página web del PDL, Berlusconi aseguró que si ganaba Pisapia, Milán se convertiría en una «ciudad islámica», en un «campamento de gitanos» y que estaría «asediada por los extranjeros a los que la izquierda les ha dado derecho al voto».
Al Qaida, en la campaña
Para terminar de caldear el ambiente, el jefe del Gobierno italiano afirmó que, con Pisapia, la capital lombarda será la «Stalingrado de Italia», con calles llenas de «banderas rojas con la hoz y el martillo». Siguiéndole el juego a Berlusconi e intentando superarlo, uno de los líderes de la Liga Norte, formación aliada del PDL, ha llegado a decir que la red terrorista islámica Al Qaida «se alegrará» si vence la izquierda en Milán. Pese a estos exabruptos, los ciudadanos mostraron tener más civismo que sus políticos. La primera jornada de la segunda vuelta transcurrió con normalidad y no se registraron incidentes de importancia. La afluencia a las urnas era ayer algo más baja que en la primera vuelta. La excepción la marcaba Milán, donde tal vez el subidísimo tono de la campaña hizo que muchos electores sí que se decidieran ahora a votar. Hoy los colegios electorales volverán a abrir sus puertas desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde. Luego, las urnas serán las que tengan la última palabra.
Nápoles, también en la cuerda floja
Tras Milán, la segunda ciudad importante que el centro derecha puede perder hoy es Nápoles. En la capital campana, su candidato, Gianni Lettieri, fue el más votado en la primera vuelta debido a que los partidos de centro izquierda se presentaron divididos entre dos postulantes. Ahora que sólo queda uno, el ex magistrado Luigi de Magistris, Lettieri lo tiene más difícil. Quien ha quedado desarbolado en Nápoles ha sido la agrupación que hasta ahora controlaba el Ayuntamiento, el Partido Democrático. Los electores no le han perdonado los escándalos de corrupción y su sempiterna capacidad para mantener las calles llenas de basura.
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