Ciclismo
A vueltas con el Crostis
La organización planta a los equipos en la última reunión que discutía el paso del pelotón por la peligrosa bajada en la etapa que acabará en el Zoncolán
En un Giro terrorífico, de montaña salvaje y escalada latente. En la carrera más agónica por muros, cimas y volcánicas ascensiones, son los descensos lo que preocupan. Al cielo no se puede ascender por un barranco. El Giro grita, sonido de ciegos. Vista de sordos. Nadie escucha a nadie en el debate del Crostis. Entre el deber y el hacer hay un mundo, son dos puntos cardinales de un mapa que no se unen, dos localizadores a los que nada les hilvana representados en un plano contrapuesto, de esquina a esquina. Así llevan sentándose desde el pasado domingo corredores y equipos por un lado y organización del Giro por otro. Ni se acercan tronos ni posturas. La última contraposición vino en la mañana soleada de Tortoreto, la salida de la undécima etapa en la que Contador sonreía, pícaro. "¿Dejarás escapar hoy la "maglia"?", se le preguntaba. Y él, mordaz y cercano musitaba en lo bajo un "ojalá". Sus rivales tienen cronometrado el tiempo que pierde entre podio y conferencias de prensa: hora y media de reposo para sus piernas que Contador no puede disfrutar y que tampoco lo hará hoy, líder por obligación.
La etapa la ganó Gadret porque el Lampre de Scarponi se afanó en tirar cuando la fuga colocaba al francés como líder. Ni una le perdonan a Contador aquellos que se pasan una vida entera de penitencia luchando por vestirse de líderes. A él lo que le cuesta es quitársela de encima. "No es una prioridad tener la "maglia"". Para los demás, que él la tenga, sí. A Contador, además de vestirse de rosa, lo que le interesa es salir vivo del Giro y de sus montañas. Pero sobre todo, poder respirar después de descensos como el del Crostis. Cuando acabó la Flecha Valona, en abril, cerró las maletas y se vino a Italia, a inspeccionar los rascacielos de los Alpes y las bajadas suicidas. "Da miedo", dijo al ver el Crostis. No sólo a él. "Hay unos barrancos que te mueres, acojona de verdad".
Achanta por sus primeros siete kilómetros de descenso sin pavimento, un falso llano que es un precipicio de suelo aglomerado, una mezcla de cemento y tierra. Esa etapa, con final en el Zoncolán viene siendo la más rebatida. El domingo, tras la etapa del Etna y antes de montarse en el avión de camino a Pescara donde el Giro descansó, Mauro Vegni, director de la carrera y Thierry Dederen, presidente del jurado, llamaron a Contador, Nibali, Garzelli, Millar y Cioni para mostrarles el vídeo con las mejoras que este mes ha visto el descenso. La organización del Giro ha colocado redes como las que protegen las pistas de esquí en los puntos más peligrosos y colchonetas amarillas. El color del peligro. "Si estamos viendo la necesidad de colocar esa redes porque nuestra vida está en peligro, es que algo no estamos haciendo bien. Echo de menos algo de cordura", protesta Joaquim Rodríguez. "Era aceptar sí o sí", comentó después del encuentro con la organización Contador. "Digan lo que digan, el Crostis se subirá", avisó ya Zomegnan, el director del Giro que no estuvo presente en la última reunión, ayer por la mañana de todos los equipos con la dirección.
Zomegnan viajó a Bélgica para estar presente en el funeral por Wouter Weylandt. Allí se le vio atento, respetuoso, pero con el teléfono móvil siempre a la vista. No paraba de sonar. Le avisaban de que la dirección del Giro de Italia se levantó, rabiosa, cuando los equipos pusieron pegas a las medidas de seguridad ideadas para el sábado. Cada equipo dispondrá de una moto en la bajada, pues los coches no tendrán permitido, como ningún aficionado estar en el descenso, para que un mecánico lleve una rueda delantera y una trasera. Otras motos ocuparán las estrecha e infernal carretera camino del infierno, con médicos a sus lomos. Los directores se reincorporarán a los pies del Zoncolán, el verdadero punto caliente de la etapa. Emoción y seguridad. "Es excesivo e inutil. No vale la pena", brama Contador. Pero da igual. Diálogo de sordos.
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