Estados Unidos

Bolsa e inflación

Durante estas vacaciones he tenido oportunidad de releer el que quizá sea el mejor libro de inversión nunca escrito, «El inversor inteligente», de Benjamin Graham. En su última edición de 1972, el autor dedica un capítulo al inversor y la inflación, que resulta de especial interés ahora que repuntan las expectativas de inflación.

La Razón
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En su investigación, Graham reconoce que si bien la renta variable debiera ofrecer mayor protección contra la inflación que los bonos, la obtención de unos retornos similares o superiores a la tasa de inflación no es ni mucho menos una certeza. De hecho, en los últimos 50 años, dos de los períodos con mayor inflación en Estados Unidos produjeron retornos minúsculos o negativos. En el segundo lustro de los 60, mientras el coste de la vida se incrementó un 22%, disminuían tanto los beneficios de las compañías como el precio de sus acciones, y entre 1973 y 1979, cuando la inflación subió un 7,7% al año, el S&P 500 sólo lo hacía un 1,8%

Hay muchos factores que influyen en la evolución del precio de las acciones, pero el autor concluye que las acciones tienen su mayor correlación con los beneficios de las compañías, y estos tienen mayor relación con la tasa de retorno obtenida en la reinversión de los beneficios que con la inflación.

Que nos adentramos en un escenario de alta inflación no es una certeza mientras el crédito sea escaso, pero de probarse cierto, el inversor debiera cuidarse de tener una parte excesivamente alta de su cartera en bolsa. La inflación tiene el efecto de incrementar el PIB nominal, pero el PIB real sólo aumenta en función del empleo y la productividad, y esta última es más decisiva para los beneficios de las compañías que la inflación.