España
«Os pago el alquiler de una casa»
La familia noruega, que ayuda económicamente a una española desahuciada con tres hijos, vino a Madrid. Al conocer que este martes van a echarles de la casa que ocupan, se ofreció a pagarles una renta
Por primera vez, Azucena va a buscar un piso, para alquilarlo y vivir con sus tres hijos, con su madre y con su abuela. Una casa donde no le persiga la burocracia pidiéndole deudas pasadas que se supone que ya estaba pagando, como le ocurrió la primera vez que fue desahuciada. Un piso no ocupado, para que no tenga que venir la Justicia a exigirle que se vaya a la calle, a pasar calor, a dormir donde pueda, con sus tres niños pequeños. Porque eso va a pasar este próximo martes, cuando Azucena se presente en el juzgado para que le digan lo que ya sabía: que ocupar es delito, aunque sea por una simple cuestión de supervivencia. Le van a echar de la casa que ocupa, pero se va a buscar un hogar de verdad, con el que no puedan decirle nada. Ahora puede pagarlo, puede presentar un aval seguro ante su futuro casero: sus padrinos de Noruega, que ya le ayudaban, le han ofrecido colaborar con el pago de la renta.
El primer desahucio de Azucena salió en la televisión pública noruega y le cambió la vida. Allí la vio Sullivan, una niña noruega de once años, que el pasado sábado 24 sudaba acalorada en el piso ocupado de Azucena de Madrid. Es poco probable que en su país sufra unas temperaturas como las que vivió aquí, pero sonreía sin parar y dejaba que una de las niñas se le sentase encima o jugase con su pelo.
En plena ola de calor, los «padrinos» noruegos de Azucena vinieron el fin de semana en un viaje exprés, con dos maletas cargadas de juguetes, para comprobar cómo vive la familia que vieron en televisión. Hasta este encuentro se habían mandado fotos y se habían comunicado por correo electrónico, con las habituales dificultades de manejarse en dos idiomas distintos.
Aunque Lise, la abuela de Sullivan, habla inglés, Azucena no lo hace. Se mandaban los e-mails, se preguntaban cómo estaban y qué tal les iba a los niños, pero tenían que esperar a que alguien los tradujese para poder responder. Era una comunicación pesada, difícil. Y aunque ambas pusiesen cariño en lo que se decían, no dejaba de ser muy impersonal. Había que dar un paso adelante. «Para nosotras, para mí y para mi nieta, era muy importante conocer a la familia en la que llevábamos tanto tiempo pensado», contaba Lise el sábado. Cuando salió la noticia del primer desahucio de Azucena, Sullivan, la nieta, le dijo que tenían que ayudarles, que no podían dejar que sucediese una cosa así y no hacer nada. El regalo de cumpleaños de la abuela a su nieta ha sido venir a Madrid.
Tenían la necesidad de ver si la realidad coincidía con lo que enseña un reportaje de televisión. Necesitaban comprobar con sus ojos que era verdad que en España una familia sufría la crisis y se iba a la calle; que detrás de los números, los préstamos o rescates o las primas de riesgo, hay caras de personas que lo están pasando mal y se están quedando sin salida. «Queríamos ver cómo era su vida real, que nos lo contasen, ver la casa, los vecinos, la calle en la que vivían. Conocer también cómo les ayuda la sociedad», decía Lise.
Fue la televisión noruega la que organizó el encuentro. Los días anteriores, Azucena estaba nerviosa: no sabía cómo iba a actuar, cómo podía transmitir todo su agradecimiento a la familia que le ha abierto una ventana cuando se le estaban cerrando todas las puertas. Le preocupaba no saber transmitirlo, que se perdiese en la traducción.
«No llores mamá»
Fue la periodista noruega Hege Moe Erikssen, quien filmó el primer reportaje sobre el desahucio de Azucena, la que hizo de traductora entre ambas. Tampoco hicieron falta muchas palabras. La emoción superó los nervios. Mientras en el pequeño salón de la casa ocupada los niños jugaban con los juguetes, fueron las lágrimas de Azucena las que demostraron su agradecimiento a Lise y Sullivan. «No tengo palabras», repetía, y Lise la abrazaba y le sonreía. La madre de Azucena también se abrazó a Lise cuando ésta le fue a dar dos besos. Fue un abrazo intenso, que sorprendió a la visitante noruega, un ataque de espontaneidad que lo decía todo.
En el reportaje que grabó Hege, Azucena llora cuando cuenta todo lo que le ha sucedido en los últimos años: que llegó a un acuerdo con la empresa de alquiler para pagar las deudas de su madre y el alquiler actual en dos pagos mensuales, pero que no sirvió de nada. Lo explica, se emociona y se oye a su hija: «No llores mamá». «No lloro, hija, es que tengo alergia», responde rápida la madre.
No quiere que sus tres hijos se den cuenta de lo que está pasando, de que están viviendo en la incertidumbre. Aunque no es posible disimular del todo cuando te obligan a cambiar de casa y no de manera muy ordenada. «En la televisión noruega vimos el desahucio, cuando echan a la familia a la calle, a la abuela, a los niños. Todos los juguetes eran sacados de la casa», narra Sullivan, la niña de once años. «Entonces pensé que teníamos que hacer algo». Tras ver la información de la tele, Sullivan decidió apuntarse a clases para aprender español y convenció a su abuela para ayudar a los españoles.
Apenas le ha dado tiempo a aprender unas palabras, muy pocas, para entenderse con los niños de Azucena, que, además, aún son muy pequeños. Pero igual que su abuela, Sullivan está feliz. Ha visto los hámsters que cuidan en la casa y está loca por poder llevarse uno de vuelta a Noruega. Se le enciende la cara cuando le dicen que le dan uno, por supuesto. Lo que quiera. Pero para trasladarlo en el avión a Noruega necesita demasiado papeleo y tendrá que esperar a otra ocasión.
Mientras, su abuela Lise, que le ha pagado el viaje, no deja de sonreír, se dirige a la abuela de Azucena, da la mano a los niños. Pasa calor, pero no se queja y su cara de felicidad disimula su indignación con lo que le ha contado, entre lágrimas, Azucena: «He aprendido mucho al conocer a esta familia –continúa Lise– y me gustaría que este caso ayudará también a que se conozcan las historias de la gente común, que se esfuerza por conseguir un trabajo, que se comporta bien, pero a los que no se les está permitiendo que se desarrollen, que demuestren todo su potencial».
Lise escribe días después un e-mail para que quede clara su opinión, por si el día de la visita, con los nervios y el alboroto de la casa, no pudo expresarse con claridad. En Noruega, un país donde la crisis se ve por televisión como algo lejano, que no les afecta, no entienden lo que está sucediendo en España. Tampoco entienden que se pueda desahuciar a una familia. «Yo había oído que en España funciona la asistencia social de organizaciones como Cáritas o la ayuda entre vecinos; y también sobre las leyes y los derechos sociales que adquiere le gente, pero al contarme Azucena lo que le ha sucedido, me he llevado otra impresión de la realidad española».
Un lugar donde estar seguras
Azucena le contó que ya le había llegado la citación del juzgado para el martes 3 de julio, en la que la juzgan por lo penal por usurpación. «Ahora sólo nos queda esperar hasta que nos echen por segunda vez», le explicó a Lise, que apenas podía entenderlo, pero no por el idioma, sino por la situación, por echar por segunda vez a una familia. «Debe de haber una manera de ayudaros a encontrar una casa», explica Lise, como se ve en el reportaje. Y asegura que les va a pagar la renta para alquilar una casa y vivir tranquilas.
«No, es demasiado», le dice la madre de Azucena.
Pero Lise ya ha decidido: «Uno de mis objetivos es que consigáis una casa, que tengáis un lugar donde estar seguras».
Un emotivo encuentro en Madrid
La televisión pública noruega propició el encuentro y el pasado domingo emitió el reportaje para todo el país. Se pudieron ver las lágrimas de Azucena al encontrarse con sus «padrinos» noruegos, Lise y su nieta Sullivan, y también la antigua casa de la que había sido desahuciada junto a su madre y sus hijos y que ahora está tapiada. Según cuenta Lise, la mujer que ha visitado a Azucena, el reportaje ha vuelto a tener bastante eco en el país nórdico y muchas familias le han preguntado cómo pueden hacer para ayudar a españoles que están pasándolo mal con la crisis económica. Noruega tiene petróleo, una renta per cápita que se sitúa en 66.047 euros y apenas un 3% de paro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar