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El deber de educar por cardenal Ricard Mª CARLES

La Razón
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Rousseau, en su «Emilio» lleva implícitas unas consecuencias que llegan hasta nuestros días. Quedaba abierta la pregunta: ¿quién deberá educar a los hombres nuevos para la sociedad nueva? La respuesta es que sería la sociedad nueva la que debía conformar a los que deben ser educados.Pero la sociedad se identifica con el Estado y, por tanto éste, encargado de todos los asuntos del bien común, tendrá también la misión de educar a los ciudadanos. Los últimos herederos españoles de la Ilustración –dijo Carlos Valverde– «siguen la misma táctica del injusto monopolio escolar, aunque con métodos más cautelosos. Lo llamamos injusto porque toda persona o colectivo de personas que saben algo tienen un derecho natural a enseñarlo. El derecho a enseñar es propio de la persona y anterior e independiente del Estado».Hay que subrayar que el enseñar, para los padres, es antes un deber, además de un derecho. Y a los derechos se puede renunciar en determinados casos, pero difícilmente puede renunciarse a un deber, porque se lesionan derechos de otros. En este caso, los derechos de los hijos. Y los padres no pueden renunciar a ese básico deber de educar a sus hijos según sus convicciones. Otro subrayado importante es la tendencia insistente a negar todos aquellos elementos que tocan a la trascendencia, la existencia de Dios.Ello repercute en la concepción de la persona, de la familia, del talante de la cultura e incluso de la misma justicia, que lleva a no defender el derecho a la vida, propio del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural. Con razón escribía el poeta alemán Friedrich Hölderlin que «cuando el hombre ha querido hace del Estado un paraíso, ha hecho de él un infierno».Y también el Mahatma Gandi advirtió de que «la justicia separada de la religión es como un cadáver que hay que enterrar cuanto antes».