Navidad

Mala letra

La Razón
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N o recuerdo haber sido demasiado feliz con los regalos que me hicieron de niño los Reyes Magos. Lo que me traían no era mejor ni peor que lo de los otros niños del barrio, pero recelaba de abrir los paquetes porque sabía que nunca me regalarían aquello que tanto me gustaba. Por otra parte, cada vez que un juguete era de mi agrado, se me rompía al estrenarlo. También me fijé en que los niños de familias ricas tenían mejores regalos que los niños de familias pobres. Como no creía que los Magos fuesen capaces de hacer diferencias clasistas entre los niños según el dinero que tuviesen sus padres, supuse que lo que ocurría era que la letra de los niños más pobres era de peor calidad que la de los niños ricos y que los Reyes tenían problemas para leer sus cartas. Eso podía entenderlo y no me importaba aceptar que mi mala letra fuese la culpable de que mis regalos decepcionasen mis expectativas. En cambio, nunca pude entender que se me rompiesen los juguetes con motivo de estrenarlos, de modo que lo que deseaba con toda mi alma era que al menos me regalasen cosas que se pudiesen pegar.
Supongo que mi actitud desconfiada frente a la vida me viene de entonces, de cuando me resistía a abrir mis regalos porque estaba seguro de que lo mejor sería jugar con ellos dentro de las cajas; al menos si se rompían no tendría que recoger del suelo los pedazos.
En cuanto a mi mala letra, jamás pude mejorarla e incluso creo que con el tiempo no ha hecho sino empeorar. En una ocasión entrevisté a un cardiólogo y al cabo de una hora tomando notas en un puñado de papeles, hube de pasar el bochorno de pedirle a mi entrevistado que me ayudase a descifrar mi letra por temor a que pudiese tergiversar sus declaraciones. Su letra de médico empeoró aún más las cosas, así que cuando llegué al periódico recurrí a mi memoria y redacté una de las mejores entrevistas de mi carrera profesional. Por primera vez desde aquellas cartas a los Reyes Magos supe que mi mala letra podría serme útil. El cardiólogo me envió una efusiva felicitación al periódico escrita con una caligrafía que parecía sacada de un sismógrafo. Yo no dije nada, pero pensé que sus declaraciones habían quedado la mar de interesantes gracias a lo bien que supe malinterpretarlas. Tendría gracia que mucha gente se curase gracias a que el farmacéutico le expidiese el medicamento equivocado por haber entendido adecuadamente mal la deslavazada letra del médico.