Cuba
Deportes permitidos
Excusen la insistencia. Es por su bien. En verano sólo es recomendable el deporte para aquellos que lo practican con asiduidad durante el resto del año. Los que llegan a los puntos del verano sin condiciones físicas cuentan con una muy limitada gama de ejercicios permitidos. El juego de la rana y la petanca, principalmente. En lo que respecta al segundo deporte citado, siempre que se tenga a mano ese artilugio compuesto por una cuerda terminada en un imán y que favorece la recogida de las bolas metálicas sin exponer en demasía la resistencia de las zonas dorsales. En el caso de que el juego de petanca sea de bolas de plástico duro o de madera, pasa a formar parte inmediatamente de la relación de deportes de alto riesgo. El príncipe Turn-Und Train, padre del príncipe Turn-Und Car y abuelo del actual príncipe Turn-Und Taxis –es una familia venida a menos–, falleció minutos después de jugar a la petanca con bolas de madera. El crocket, ni por asomo. Es deporte que las gasta muy gordas a quienes padecen de confusiones vasculares y rompe la armonía familiar. Se conoce el caso de una señora, en su más cabal sentido de la palabra, que al ver «crocada» su bola por su yerno se precipitó hacia él con el mazo en alto al grito de «¡te vas a enterar hijoputa!»
También se puede jugar al «Un, dos, tres, no muevas los pies». Este divertido juego consiste en permanecer en pie, sin moverse, hasta que el participante, por motivos de ridídulo propio o por bromas ajenas, se ría. En ese caso, otro jugador intentará superar el tiempo de contención de su adversario, y así, paulatinamente, hasta que compitan todos los deportistas. Este juego, en un principio, se llamó «No te rías Celestino, que me orino», que por motivos de innecesaria explicación, no fue aceptado por la alta sociedad hasta que se modificó su denominación.
Prohibido terminantemente el «Juego de la silla». Produce un sofoco y una inquietud que choca frontalmente con el espíritu del descanso. Lo mismo sucede con el juego del pañuelo. Sí en cambio, siempre que una sombrilla ofrezca el frescor de la sombra en la playa, se puede jugar al «clavo». En mi infancia donostiarra conocí a grandes jugadores de tan difícil deporte. Pero con independencia de estas recomendaciones, la más acertada no es otra que la de intentar por todos los medios huir de cualquier esfuerzo físico o anímico durante las semanas vacacionales. Mi pobre tía abuela en tercer grado Josefina Ussía se rompió la tibia y el peroné practicando con su novio en la orilla de la playa el «No me agarres pulpo, que te culpo». Además de la fractura de tibia y peroné, quedó embarazada, y el novio aprovechó la ocasión para largarse a Cuba. Los deportes de verano son extremadamente arriesgados.
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