Felipe González
El PSOE y el pacto por José María Marco
La palabra transversalidad tiene gran predicamento y últimamente vuelve a sonar con insistencia para hablar del Gran Pacto preconizado desde círculos y medios de izquierda. Felipe González, en particular, ha dictado que Rajoy «tiene la obligación» de convocar un gran pacto nacional. Atravesamos, efectivamente, una crisis económica muy seria, con causas y consecuencias políticas de no menor gravedad, que atañen a la estructura y al tamaño del Estado. Todo un modelo político y una forma de hacer política están pasando a mejor vida, y en bastantes casos pertenecen al mundo de los difuntos, aunque los que los mantienen no quieran darse cuenta. Las circunstancias son por tanto las adecuadas para un acuerdo entre los partidos nacionales, en nuestro caso el PP y el PSOE.
En cuanto a la política económica, tal vez fuera posible ese pacto. Así lo indican algunas de las medidas que Rodríguez Zapatero adoptó desde mayo de 2010, muchas de ellas apoyadas por el Partido Popular, entonces en la oposición. El pacto no tiene por qué afectar a todas las cuestiones: es lógico que haya posiciones diversas acerca de las medidas que se deben tomar e incluso ante cuestiones de fondo, como son las consecuencias de la austeridad. Otra cosa es el reconocimiento de que las cosas no pueden seguir como hasta aquí, y la evidencia, ratificada una y otra vez por las instituciones de la Unión Europea y los mercados, de que una sociedad abierta en un mundo globalizado no se puede permitir el gasto delirante en que se ha incurrido hasta ahora.
Ahí, por tanto, cabe el acuerdo si el PSOE no se empeña en sacar rédito electoral donde no lo hay, acentuando una posición de izquierda que sus propias decisiones contradicen. Más difícil es el pacto en el caso de la estructura del Estado, que depende, en el fondo, de una cierta idea de la nación española. El último número de «Cuadernos de pensamiento político», la revista de FAES, incluye un excelente análisis de Jorge del Palacio sobre la cuestión nacional y el PSOE. El autor concluye que el PSOE no ha elaborado una idea de la nación española y que se mueve, de forma oportunista y a corto plazo, entre un proyecto de ambición nacional y otro –el propio de Rodríguez Zapatero y sus herederos– de emancipación de los pueblos o las naciones, más o menos disimulado con matices postmodernos.
Mientras esto siga siendo así, y no se ve el cambio por ninguna parte, los llamamientos al Gran Pacto por parte del PSOE y la izquierda afín sonarán a voluntad de negarle al PP la autoridad para hacer una política refrendada por las urnas. Seguimos por tanto en un punto que conocemos bien: no hay más legitimidad que la que concede la izquierda. ¿Transversalidad?... Digámoslo así.
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