España
El Lazarillo tenía tarjeta sanitaria por Rosetta Forner
En éste país, ante los resultados no deseados, suele sacarse el dedo acusador en vez considerar cómo se contribuyó por «acción u omisión» a dicho resultado. Esto es consecuencia de conducirnos en la vida bajo la batuta del «Torquematis» (así bauticé en «Pídeme la luna» al crítico disfuncional que sólo sabe criticar, despotricar, quejarse y acusar de todos sus males a los demás) en vez de la del crítico sano que sabe analizar y discernir. Como la Administración tiene la sartén por el mango, tanto si se equivocan «ellos» como si lo hace el ciudadano-contribuyente, reparten responsabilidades.
«El lazarillo de Tormes» describió muy certeramente la realidad psicoconductual de España, donde la picaresca es habitual. Esto también tiene su lado bueno, y es que sabemos apañárnoslas en todo tipo de situaciones. No es ético usar una tarjeta sanitaria de pensionista si uno no lo es.
Ahora bien, quienes pudieron usarla impunemente lo hicieron porque «alguien» se la facilitó y lo consintió. Mientras «éramos ricos» gastábamos a manos llenas, y ahora que somos pobres buscamos céntimos hasta debajo de las piedras.
Para poder exigir hay que dar ejemplo. Si se quiere castigar a quienes se aprovecharon de una situación privilegiada, antes que nada, empecemos por aquellos que han mangado impunemente y por los que han dirigido tan mal la «empresa España» llevándola a la ruina.
Es imprescindible que el Estado haga una seria reflexión sobre lo que ha ocurrido. Culpar a los clientes, cuando una empresa tiene malos resultados, puede que alivie la conciencia, pero no soluciona nada. Mejor revisar qué es lo que no funciona, qué tipo de errores se cometen y por qué, y solucionarlo.
Conclusión: más que copago, implantemos la corresponsabilidad para todo lo público.
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