Literatura

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Cultura del picoteo por Ángel VALLE

Comentaba recientemente con un amigo que, si se elige bien a quién se sigue en Twitter o en otras redes sociales, no es necesario leer el periódico, ver un informativo en televisión o escuchar la radio, pues se puede estar al corriente de todo lo que pasa en el mundo sin salir del «timeline»

Las nuevas generaciones se están educando en la cultura de lo superficial, del dato, del titular en detrimento de la profundidad
Las nuevas generaciones se están educando en la cultura de lo superficial, del dato, del titular en detrimento de la profundidadlarazon

Podemos saber qué ocurre en cualquier lugar del planeta, y en tiempo real, a base sólo de mensajes de 140 caracteres, cuyos enlaces pinchamos en apenas un puñado de noticias para ampliar un poco alguna.

Ante este panorama, ¿en qué lugar quedamos los periodistas y los medios de comunicación?
Escribía la pasada semana el escritor Benjamín Prado un artículo en el que analizaba esta «cultura del picoteo que resume un libro en un tuit, un disco en una canción y la información en un titular». Esta forma de consumir la cultura lo cambia todo, decía, «empezando por el periodismo, porque como la volubilidad es una amenaza continua, los titulares de los periódicos se vuelven promesas, ganchos, son un ejercicio de seducción que busca más atraer al lector que enunciar una noticia».

La clave de Twitter es que un titular de 140 caracteres sea lo más conciso posible, como para que el lector conozca la noticia sin necesidad de leer más, pero también lo suficientemente atractivo como para que ese lector se sienta atraído para pinchar en el enlace que le lleve a la noticia completa.

Por tanto, estamos ante un periodismo de titular. El periodista escribe una noticia completa, documentada, contrastada, bien elaborada… pero a sabiendas de que es menor el número de lectores que la van a leer completa porque cada vez se lee menos. Por mucho que se diga que el futuro del papel pasa por la interpretación, por el análisis, por el periodismo explicativo, también sabemos que las nuevas generaciones se están educando en la cultura de lo superficial, del dato, del titular, del picoteo en definitiva, en detrimento de la profundidad, del esfuerzo por la lectura tranquila y sosegada.

En el blog «Periodismo con futuro», su autor, Alberto Cairo, recordaba el pasado 29 de octubre un artículo de Bill Keller, entonces director de «The New York Times», titulado «La trampa del Twitter», en el que hacía «un homenaje melancólico a un mundo que se esfuma: el de los diarios impresos y los libros de papel, el de la lectura atenta y las conversaciones cara a cara». En los últimos párrafos, Keller escribió: «Hay una creciente cantidad de Casandras digitales que están explorando lo que los nuevos medios hacen con nuestro cerebro».

Esa frase resume, de forma clara y breve, el mundo que nos rodea. Vivimos en una sociedad con un exceso de información, con un bombardeo de mensajes en el que prima más la velocidad que el rigor, pero en el que nos faltan referencias, contexto… Leemos titulares pero no conocemos la noticia, nos quedamos en la primera frase, en el primer párrafo en el mejor de los casos, pero no seguimos leyendo, no profundizamos. Nos hemos acostumbrado a lo fácil, a la ausencia de esfuerzo. La información nos rodea, no hay que salir a buscarla, y eso nos lleva a consumirla ya masticada, sin sentido crítico. Como ejemplo, cabe decir que una edición semanal de «The New York Times» contiene más información de la que una persona de la Inglaterra del siglo XVII podía encontrar en toda su vida.

Sin embargo, ¿estamos mejor informados ahora que antes? La respuesta, probablemente, es que no. Sí más informados, pero no mejor. Y no parece que las cosas, con este «efecto Twitter» empieza a afectar a los propios periodistas, tenga visos de mejorar.