Estreno

Las Aceituno por Pedro Narváez

La Razón
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La adolescencia vomita primavera, por eso en esta época el césped crece entre lametones de perros y caricias de humanos. Si los líderes estudiantiles fuesen adolescentes, o al menos jóvenes, entendería que las hormonas se les desbordaran por las pancartas, pero el ejemplo Aceituno me ha dejado el habla alfeñique. María José Aceituno, una de las cinco protagonistas de la portada del pasado miércoles de LA RAZÓN, tiene 29 años, lleva diez en Veterinaria y aún le sobra vergüenza en su currículum haragán para proclamarse representante del colectivo que tendría que salvar España. Ayer, ese colectivo, que cuando quiere es muy individual, le dio con la manifestación en las narices. Lo que se dice cuatro gatos y un perro flauta. Lo siento, Aceituno, habrá que esperar al 22 para que las antorchas avancen en la noche en busca de otro Frankenstein. Algunos medios quieren hacernos creer que Aceituno y su «hippy pandi» son legítimos representantes de una juventud que quiere, como siempre, cambiar el mundo, cuando son el ejemplo más bien patético de un peterpanismo caradura y simplón. Raros. Como el personaje que tiene cabeza de viejo en cuerpo de joven de los Muchachada Nui. Oh, esos micrófonos donde achuchan a los cachorros dóberman con huesitos de revolución. A Aceituno le gustan los hombres con alopecia. «Los calvos siempre me han vuelto loca», parece que ha escrito sobre el ministro Wert. Tal vez el diálogo ha de pasar por el césped entre discusiones cuerpo a cuerpo, calva a calva, sobre los recortes, aunque más bien creo que ha terminado la hora del esplendor en la hierba y la gloria en las flores y que no hay nada que negociar. No es que no desee recordar a los Aceituno, sino que me hubiese gustado no conocerles. 150 euros cobra por charla. El fracaso se paga. Eso nos pasa.