Hipotecas

Esas manos esas plumas

La Razón
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No creo que exista mejor fotografía que retrate lo que es la Justicia en nuestro país: los acusados cachondeándose de todos con chulería y prepotencia y las víctimas impotentes ante un juez que parece mirarles con más recelo que al propio acusado.

Sólo hay que observar la desganada desfachatez del pederasta Santiago del Valle ante el magistrado. Conmueve observar el respeto y la aprensión que le sugiere el juez y la Justicia, la misma que a sus familiares, que se niegan a declarar ante el tribunal pero que están dispuestos a contarlo todo en televisión.

El padre de Mari Luz asegura que no va a recurrir la sentencia y no creo que sea precisamente por la gran fe que guarda en la justicia sino por el hartazgo y la desconfianza que le provoca. No es de extrañar. El pésimo funcionamiento de la Justicia y sus actores, cuya última consecuencia se cobró la vida de Mari Luz, el vergonzoso ejercicio de los abogados defensores que confunden la constitucional defensa de su cliente con viles maniobras para mentir y ocultar la verdad rozando los límites de la ley y traspasando los de la moral, la nula uniformidad de criterio que caracteriza a los jueces en sus sentencias e interpretaciones de la ley...

Hablan de juzgados saturados, sin duda, pero la cosa sería distinta si, como dijo Jacinto Benavente en «Los intereses creados», «la Justicia no estuviera en esas manos y en esas plumas». Lo escribió en 1907. Hay cosas que no cambian.