Presos
Tres fugas ofensivas
Averiguar quién tiene la culpa de que Troitiño haya salido de la cárcel por la puerta falsa no es precisamente lo que más inquieta al ciudadano. Lo que de verdad le preocupa es que un asesino de veintidós personas esté en libertad y que los dirigentes políticos, en vez de ponerse de acuerdo para enmendar el error cuanto antes, se hayan enzarzado en una riña de corrala. Y le irrita aún más que el Gobierno todavía no haya declarado la detención del fugado como objetivo urgente. Casos como éste nos avisan de que algo no funciona. Algo serio, de gravedad. Porque no es la primera vez que sucede. Cuando tres terroristas con decenas de asesinatos a sus espaldas son homenajeados en público y campan a sus anchas es que alguien está haciendo mal las cosas. Muy mal. Entre Troitiño, De Juana y Ternera han cavado casi un centenar de tumbas, pero apenas si han pagado con dos décadas de cárcel. Los tres están en busca y captura, pero parece que todas las policías de Europa son incapaces de dar con ellos y devolverlos a la Justicia. Soprendente. Pero, sobre todo, indignante. La pervivencia de un Estado democrático como el nuestro, aún joven y maltratado por las patadas tobilleras de los separatistas, depende en gran medida de cómo se ponga fin a medio siglo de chantaje terrorista, si venciéndolo con las armas de la Ley o pactando un armisticio con los pistoleros. Porque si la derrota de ETA no es clara e incuestionable, habrá sido inútil soportar tantos años de barbarie sin ceder ni desistir. Cualquier concesión a los terroristas, por levísima que fuera, sería tanto como darles la razón, como legitimar su existencia y aceptar que el terrorismo también es eficaz para lograr objetivos políticos. La derrota de ETA no es una exigencia vana o un primitivo deseo de venganza, sino un imperativo ético con el cual se reafirma la superioridad del sistema democrático sobre los terroristas. Sin embargo, esa derrota nunca llegará si sus cabecillas salen de la cárcel como héroes y son puestos como ejemplo para los jóvenes vascos. Mientras Troitiño, De Juana y Ternera sigan en libertad, la actitud responsable de los demócratas no es sacarse los ojos unos a otros, sino darse prisa y maña para detenerlos, llevarlos ante el juez y que cumplan hasta el último minuto de condena. Esto no es negociable.
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