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Siria se desangra por Cástor Díaz Barrado

La Razón
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Estamos asistiendo a un deterioro acelerado de la situación en Siria y, lo que es peor, a violaciones cada vez más generalizadas de los derechos humanos. El resentimiento y el rencor entre comunidades va creciendo y eso perjudicará a la futura reconciliación. En cada estado árabe en los que se han iniciado reformas y cambios, los conflictos se están resolviendo de una manera muy diferente, pero seguro que lo que está aconteciendo en Siria debe preocupar, y mucho, a la comunidad internacional. Nadie puede permanecer impasible ante la muerte de más de cien personas en tan sólo un día por la voluntad, en definitiva, del régimen de Al Asad de aferrarse al poder o porque ello forme parte de la defensa de intereses geoestratégicos. No se trata de imponer una visión occidental de la situación, sino de enfocarla desde la perspectiva más humana de la sociedad internacional. La suspensión de la Misión de Observación de la Liga Árabe es un mensaje muy claro de que ahora le toca actuar intensamente a la comunidad internacional en su conjunto. Los enfrentamientos que están teniendo lugar en Siria desembocan en una guerra civil que traerá consigo más muerte y dolor y, quizá, un futuro incierto después de Al Asad. Naciones Unidas debería estar dispuesta a apoyar el plan árabe destinado a pacificar el país y a buscar una solución a la crisis humanitaria que padece y que puede ampliar sus consecuencias. No cabe otra solución que los actuales dirigentes dejen el Gobierno y se inicie una nueva etapa política para los sirios en la que se sientan representados todos los sectores. No parece posible, ni conveniente, una intervención directa ni por parte de un grupo de estados ni por parte de las Naciones Unidas pero sí la adopción inmediata de medidas que hagan desistir al actual régimen sirio de su permanencia en el poder y que le advierta, con claridad, de que no cabe otra posibilidad que el entendimiento entre comunidades.
Rusia no podrá mantener por mucho más tiempo su posición de defensa a ultranza del régimen alauí y debe permitir que el Consejo de Seguridad adopte sus decisiones en la línea de las propuestas árabes. Para ello, aunque China haya flexibilizado un poco su postura, se necesita que Rusia cambie de actitud o que busque alternativas que sean conformes con el respeto de los derechos humanos. Siria no debe constituirse en un campo de pruebas de las tensiones internacionales donde se debatan posiciones ideológicas y estratégicas. Es el tiempo de los derechos humanos y del derecho de los pueblos a decidir libremente su futuro. Si Naciones Unidas pierde esta oportunidad asistiremos a un retroceso en la configuración de una comunidad internacional más integrada. Afortunada o desafortunadamente, lo que suceda en Siria sí nos servirá para medir la profundidad y el alcance de los principios que inspiran la organización mundial.