Cataluña

La gangrena por Toni Bolaño

La Razón
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Los socialistas catalanes viven al filo de lo imposible. Ayer, para evitar la ruptura, se abstuvieron en la votación que abre la puerta a una consulta sobre la autodeterminación de Cataluña. La abstención puso sordina a una tensa reunión del grupo parlamentario en la que la mitad de los diputados estaban dispuestos a votar a favor de la resolución de los nacionalistas. Se salieron por la tangente para evitar que las costuras del PSC saltaran por los aires. «Ha estado a punto», confesaba un dirigente socialista.
Los socialistas dicen huir del frentismo de populares y nacionalistas, pero se quedaron en tierra de nadie. Apuestan por un modelo federal de España y aseguran que votarán no en esa hipotética consulta, pero con su abstención los socialistas catalanes han dado carta de naturaleza a la piedra angular del proceso independentista impulsado por Mas. Han intentado salvar los muebles de la unidad del partido, pero es un profundo error.
«Las convicciones políticas son como la virginidad. Una vez perdidas no vuelven a recuperarse». El presidente de la Primera República, federal por cierto, Francesc Pi i Margall pronunció esta frase que hoy suena lapidaria en un socialismo catalán que más que convicciones políticas vive en la desazón de la ausencia de las mismas.
El PSC está afectado por la grave enfermedad de la indefinición y de la falta de determinación. Está atrapado por el fuego graneado de PP y de CiU y acomplejado por un nacionalismo rampante que ha ganado, por goleada, la batalla de las ideas en Cataluña. Intenta remediar sus males con antibióticos, pero la medicación ya es insuficiente. La gangrena provoca la muerte de las células de la piel. Si no se actúa se expande y se pierde irremediablemente el tejido infectado. El antibiótico de la abstención sirve para poco. Hay que amputar.
Pere Navarro tiene la oportunidad en la mesa de operaciones. Hoy será propuesto como candidato y el Consell Nacional lo ratificará el domingo. La batalla del 25 de noviembre la tiene perdida de antemano, pero no será la última. En sus manos está construir una alternativa propia y un grupo parlamentario cohesionado que no se deje deslumbrar por cantos de sirena. Si no lo consigue, los días del PSC, tal y como lo conocemos hoy, están contados. Un consternado miembro de la dirección socialista lo resumía así ayer tarde «todo va muy rápido. Está todo muy difícil, casi imposible».