Sevilla
Que yo me la llevé al río
Nunca sabremos lo bonito que hubiera sido el Guadalquivir gestionado por la Junta. Estábamos deseosos, pero una sentencia del Constitucional ha venido a invalidar los planes de la Junta para nuestro río en los que, por fin, al parecer iba a ser nuestro. Antes, como se recordará, era toda una fuente de conflictos que no sólo desembocaba en Sanlúcar, sino en las incontables razias de manchegos y extremeños que se adentraban en tierras de Córdoba y Sevilla para raptar de madrugada a nuestras muchachas en flor y robaban lo más granado de nuestra producción de cereales. Si no llega a ser porque la Junta acertó, con buen criterio, a exigir su pleno control, es posible que aún siguiéramos con esas porfías que arrastrábamos durante siglos y en las que Extremadura y, sobre todo, Castilla no paraban de menearnos la cartografía fluvial. Debemos suponer que cuando el PSOE andaluz incluyó sagazmente el asunto en el articulado de la reforma del Estatuto, en la que formaba tándem fundamental con ese otro oscuro objeto de deseo como es el flamenco, era por alumbrar un horizonte de consejeros aleteando por las riberas y persiguiendo cormoranes en la desembocadura junto al mar. Pura poesía, que es, como saben, el siempre recto proceder de la Junta en estas cosas. Y ya es mala suerte que gracias a la reforma del Estatuto andaluz, en Extremadura se enteraran de que parte de nuestro río pasaba por allí, algo que ni sospechaban, y que probablemente tampoco aquí sabían.
Por desgracia, todo ese futuro lo ha roto un Tribunal que no ve el verso de los planes de futuro de la Junta sino la fría prosa del articulado constitucional. Nos ha dado un revés, aunque sólo en el artículo clave dejando vivo el resto, pero como en este tipo de sentencias los reveses se escriben con los renglones torcidos del partido que gobierna, Zapatero y Griñán están ya dándole una vuelta a ver cómo pueden escamotearla.
¿Para qué iba a querer la Junta un río? Pues para tenerlo verde y limpio como lo han venido teniendo en estos dos últimos años, para escribirle con bucolismo sin que nadie se lo impida y evitar que se construyan miles de casas en sus márgenes, como ya están evitando. Y, ay, de quien diga que sólo es por mangonear los presupuestos millonarios de la cuenca y para sustituir por amigotes a los técnicos de Confederación. Es por pura poesía, sobre todo esa que dice: que yo me la llevé al río/ creyendo que era mozuela/ y resultó ser Ibarra/ que por poco nos la cuela.
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