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Islandia capital Carabaña por Alfredo Menéndez
Si en esa pequeña isla en la que hace tanto frío como es Islandia son capaces de juzgar a su ex primer ministro por presunta negligencia en la crisis bancaria de 2008, no entiendo por qué en la también pequeña localidad de Carabaña no se puede juzgar al ex alcalde Mariano Arévalo por no haber presentado durante diez años las cuentas del Ayuntamiento. Todo lo que vamos sabiendo sobre la situación financiera de este municipio oscila entre lo trágico, lo heroico y lo cómico. La parte trágica es saber que había facturas impagadas desde 2005 o que Hacienda les retiene 130.000 euros, que podrían suponer el mejor oxígeno para el consistorio. La parte heroica es la de los proveedores que no cobran –ellos son los verdaderos héroes– y la de los trabajadores municipales intentando cuadrar los presupuestos a toda prisa. Y la parte cómica, por decir algo, es la del ex alcalde campando a sus anchas como asesor del grupo municipal del PSOE en la capital junto a Jaime Lissavetzky, cuando está claro que asesorar, asesorar, lo que se dice asesorar, no puede. O no debe.
Hay muchas diferencias que saltan a la vista entre Reikjavik y Carabaña: seguramente Islandia es un sitio mucho más aburrido, con volcanes de nombre impronunciable. Pero si Carabaña se pareciera un poco más a Reikjavik –por ejemplo Carabjavik–, otro gallo cantaría y los que han manejado de manera sospechosa las arcas municipales tendrían que responder ante sus vecinos. No sólo ante las urnas. Eso ya fue en mayo: ante la Justicia y en un banquillo.
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