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Afirmación vitalista por Miguel Ángel Hernández

La Razón
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Hoy empieza el SOS 4.8, y yo ya estoy con ansiedad desde hace unas semanas. Todo lo que hay que ver, escuchar y reflexionar… demasiado para un solo cuerpo. Un momento de intensidad absoluta en el que, durante 48 horas ininterrumpidas, música, pensamiento y arte se dan la mano para ofrecer una experiencia cultural integral, en plan obra de arte total en el sentido wagneriano. Pero por encima de todo, el SOS es una experiencia vital. Un lugar de encuentro en el que se produce una afirmación de la existencia.

Quizá a muchos les parezca banal divertirse con lo que está cayendo. Parece que lo suyo sería seguir con la rabieta y estar de manifestación en manifestación. Motivos hay, y hay que continuar con eso. Pero una cosa no quita la otra. Y estoy convencido de que si uno no se divierte, las cosas irán incluso peor. Por eso no me enfadé cuando los vecinos tiraron cohetes porque el Madrid había ganado la liga, ni me enfado cuando la gente es feliz con su fe en las procesiones o disfruta repartiendo juguetes en el Entierro de la Sardina. Porque en tiempos como estos disfrutar es lo único que nos va a salvar del desastre. Parar un momento en el duelo y experimentar la cercanía con los otros, la posibilidad momentánea del placer.

No es banalidad, ni mucho menos. Es vida, experiencia necesaria para afrontar las penurias de nuestra cotidianidad. Ese es el sentido de la fiesta desde que existe el ser humano, un paréntesis a nuestra rutina y también un encuentro con nuestro lado más biológico. El cuerpo que baila, que se roza, que salta, se recarga emocionalmente para el desgaste del lunes siguiente. Vida en sentido puro, intenso, que más que alienarnos, nos hace conscientes de algo que también tenemos dentro, la posibilidad de ser felices.