Túnez
El fin de Al Qaida
La muerte física de Ben Laden llega seis meses después de su muerte política, cuando el líder de Al Qaida fue liquidada por las revoluciones democráticas árabes que desde finales del año pasado se extienden por el Norte de África. Revoluciones que no comulgan con su ideología islamista radical ni con sus métodos terroristas para imponerlos dentro y fuera del mundo musulmán. Su desaparición cierra una década desvastadora para las relaciones entre el mundo árabe y musulmán y Occidente. Una década que comenzó con los atentados del 11-S de 2001 y que termina con la revoluciones en Túnez y Egipto, que simbolizan las aspiraciones de los pueblos árabes a la democracia. Al Qaida es ya hoy un producto a extinguir, aunque todavía dará coletazos mortíferos a cuenta de los terroristas que manejan las franquicias que les concedió Ben Laden y su segundo, Ayman al Zawahiri, en Yemen o en el Magreb.
La muerte de Ben Laden, en una operación militar y política intachable, es una mala noticia para los dictadores árabes que se amparaban en la «amenaza» de Al Qaida para seguir machacando a sus pueblos y suprimiendo sus aspiraciones democráticas. Pero, como ha demostrado la caída este año de Ben Ali o de Mubarak, la misma suerte correrán pronto el libio Gadafi o el sirio Asad.
Ahora es el momento para que, desde el liderazgo norteamericano y europeo, se ayude a esos pueblos que quieren la libertad y se desbloqueen los conflictos latentes en todo Oriente Medio.
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