Roma

De marcha con el Papa

Con el auge del senderismo y el «trekking», a estar alturas la palabra «montañero» suena algo «kitsch». Sin embargo, encierra en sí mismo toda una filosofía de vida y, sobre todo, una pastoral juvenil y familiar que fue clave para la Iglesia durante el siglo pasado.

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«Diario de una amistad» no es un libro de viajes, pero sí toma como eje las excursiones a la naturaleza de Juan Pablo II para relatar el peregrinar común con Wanda Póltawska, una mujer polaca que fue fiel confidente del Papa polaco, dicen que, junto a su marido, consejera personal de su magisterio sobre el matrimonio.

En primera persona, Póltawska relata cómo su camino se cruzó con el de Wojtyla cuando ella necesitaba saber por qué se salvó de la muerte tras estar cinco años en un campo de concentración nazi y sus compañeras no. A partir de ahí el sacerdote se convirtió en confesor y compañero de fatigas. Y fue fiel y constante a su amistad como arzobispo primero, luego como cardenal y desde Roma en la Sede Papal. Tanto es así que Wanda y su esposo compartían vacaciones con el Sucesor de Pedro en Castelgandolfo entre conversaciones sobre antropología, filosofía y Dios.

De ahí que este diario incluya escritos inéditos apuntes, sugerencias para la vida espiritual y varias cartas del próximo beato en un relato que huye de la loa fácil. Simplemente narra, cuenta, describe su relación de «tú a tú» con un amigo. Papa, eso sí, pero amigo, que lo mismo se preocupa por la educación de los hijos de Póltawska que le pide oraciones al Padre Pío –más tarde lo canonizaría– para que rece por el cáncer que sufrió su amiga. Por cierto, de un día para otro, el tumor desapareció. Otro milagro en lo cotidiano que recoge el libro, de los muchos que se atribuyen a uno y a otro.