Historia

Historia

Misógina

La Razón
La RazónLa Razón

Lo importante no es estar, lo que importa es que se note. De ahí que los políticos de guardia, esos que intentan suplir el porcentaje diario de frases –reflexiones sería mucho pedir– de los primeros espadas de sus partidos políticos, se tomen tan a pecho su cometido que ofrezcan declaraciones como «mascletás» por el ruido que forman y lo aparatosas que son. Y también porque no hay otras, a qué engañarnos. Ayer, Elena Valenciano –que prefiero pensar que necesita un descanso a que las conclusiones que lanza le salen gratis– dijo a propósito del Día de la Familia que «la Iglesia no tolera los nuevos modelos de familia porque es misógina»... Desde que tengo uso de razón, y un diccionario en la estantería, hasta donde a mí me alcanza ser misógino es aquel o aquella que «siente odio o rechazo hacia las mujeres». Conclusión, si la Iglesia fuese misógina miraría con malos ojos el matrimonio entre hombre y mujer y sería favorable al matrimonio homosexual cuando ocurre justo lo contrario. Valenciano se lo tendría que hacer mirar... Puede criticar o discutir el comportamiento de la Iglesia, pero no estaría de más que lo hiciese con argumentos más convincentes, que no la situasen en una posición cercana al ridículo por indocumentada, al dejar caer los adjetivos con tanta ligereza y desacierto.

Quiero pensar que este desatino ha sido producto de los nervios. A demasiados socialistas de la nueva escuela los pone muy nerviosos todo lo que tenga que ver con la Iglesia y más si ésta, como viene sucediendo estos años, les usurpa la calle en la que ellos se manifestaban –ahora barruntan sus descontentos en privado porque gobiernan estos socialistas, que afortunadamente no son los únicos– para, como ellos antes, mostrar su descontento por una forma de hacer política. Yo, me disculpen, no los entiendo. Si presumo, como creo que es, que son agnósticos... ¿por qué se sienten tan ofendidos ante todo lo que se dice y se hace desde una religión en la que no creen? Lo lógico sería la indiferencia. Bah, da igual; ¡o no! porque lo que percibo es que los políticos se han empeñado en que España y los españoles nos convirtamos en unos «hooligans» ideológicos que no seamos capaces de reconocer los aciertos del contrario ni aunque hayan sido fruto de un error. «O conmigo, o contra mí». Pues muchos ciudadanos ya están pensando que con nadie. Y Valenciano, por favor, que en estos días algo más dirás: que tus argumentos tengan un poco más de enjundia y las críticas y aciertos sean analizados sin tener que pedir perdón a mi inteligencia.