Actualidad
El Rey: «La Nación estuvo por encima de sus autoridades»
Don Juan Carlos apela al patriotismo de 1812 ante los poderes del Estado y pide reeditar la «responsabilidad política» frente a la crisis en el Bicentenario de La Pepa
«Conmemoramos hoy el bicentenario de la primera Constitución española, un referente esencial de la unidad, la soberanía y la libertad de nuestros compatriotas». Así comenzó ayer el Rey su discurso en el oratorio San Felipe Neri, donde La Pepa vio la luz por primera vez. Porque si hace 200 años un ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos fue el encargado de presentar la Carta Magna en el oratorio –«La Comisión de las Cortes le presenta a Nuestra Majestad el fruto de su trabajo», el trabajo heroico de unos liberales que, en ausencia de su rey, constituyeron unas Cortes Parlamentarias–, es ahora el propio Rey quien la suscribe y recuerda el espíritu y el orgullo de un pueblo que no se dejó dominar por las fuerzas invasoras y que Don Juan Carlos catapultó hasta nuestros días para superar el atolladero, principalmente económico, que asola nuestro país. «Durante aquellos años de asedio, en Cádiz se mantuvo viva la llama de la libertad. La sociedad gaditana animó y acompañó a estos hombres de Estado con su apoyo y colaboración». Por lo que señaló: «En la labor de Cádiz podemos encontrar la referencia y la inspiración necesaria para afrontar las serias dificultades por las que nuestro país atraviesa en la actualidad», y añadió confianza a sus palabras, señalando que «en pleno siglo XXI, los españoles somos plenamente conscientes de que hay buenas y poderosas razones para confiar en nosotros mismos».
El Monarca hizo una llamada indirecta a nuestra clase política: «Aquellos diputados, como representantes de la soberanía nacional, se guiaron por el más alto grado de patriotismo y compromiso cívico». La Pepa apenas duró dos años, pero la tercera Constitución del mundo no sólo sirvió de inspiración a otros países, sino que, como recordó el Rey, significó el «punto de arranque del largo recorrido de nuestro Estado de Derecho» –«Jóvenes democráticos» llamaba ya por aquel entonces Jovellanos a los liberales–. «Abrió la puerta de la España moderna democrática», enfatizó. Una nación, añadió, que estuvo «muy por encima de sus máximas autoridades», en referencia al decepcionante papel de Fernando VII, muy distinto del de los diputados que «supieron articular con inteligencia y altura de miras fórmulas de legalidad que conservaron y estimularon la soberanía nacional, depositándola en su legítimo propietario, el pueblo español». Y añadió: «Se afirmo la soberanía en torno a la unidad de la nación y se reconocieron los derechos y las libertades individuales. Pilares de la convivencia entre los españoles que, hoy como ayer, siguen siendo fundamentales». Pilares entre los que los políticos presentes incluyeron, de forma unánime, al propio Don Juan Carlos, de quien el presidente del Congreso dijo, englobando las opiniones de todos los presentes, que «ha posibilitado en los últimos 36 años el funcionamiento de nuestras instituciones».
El Monarca aprovechó para recordar la cita entre los Jefes de Estado y de gobierno iberoamericanos que tendrá lugar dentro de unos meses con motivo de la Vigésimo Segunda Cumbre, y ensalzó a la Constitución de 1812, elaborada por diputados de «ambos hemisferios», como referente «clave» y «de gran influencia» para la construcción de los estados iberoamericanos. «Estrechar los lazos y potenciar nuestra cooperación redundará en una mayor prosperidad para todos», consideró. Don Juan Carlos apeló a la sociedad española a «seguir avanzando, con la inspiración de los grandes logros del pasado, a favor de la unidad, la libertad y el bienestar de todos los españoles». Allí, 200 años después, en el mismo oratorio, que ayer respondió a su discurso con una cerrada ovación, el Monarca recordó las palabras de Jovellanos sobre el primer Parlamento nacional: «El Congreso más grande, libre y respetable que pudo concebirse».
Absolutismo
Un rey sin defensores
Fernando VII es un rey sin monografía biográfica porque es un monarca que siempre ha caído mal, ha causado repulsa. Jamás aceptó las demandas de quienes aspiraban a convertirse en ciudadanos y dejar de ser súbditos. Y maniobró en diversas ocasiones para restaurar ese absolutismo que ya sólo quería él. El pueblo le llamaba «el Deseado» porque no conocía sus traiciones diversas a la nación. Pero la historia y Goya le han retratado con justicia.
Democracia
Políticos en entredicho
La política es, como en el siglo XIX, una asignatura pendiente en España. Don Juan Carlos lanzó ayer a los políticos actuales un claro mensaje al señalar que la población, entonces, estuvo «muy por encima de sus máximas autoridades». La misma población que doscientos años después sitúa a los políticos, según el barómetro de febrero del CIS, como el tercer problema de España (19,4%), sólo por detrás del paro (84%) y de la economía (52,3%). Hay cosas que no cambian.
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