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«Gebre» ya no es el que era

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Madrid- Los años también pasan para Haile Gebreselassie, el mejor fondista de la historia, el hombre de la sonrisa eterna, el Premio Príncipe de Asturias 2011. Una leyenda. A los 38 años, al atleta etíope le quedan pocos retos que conquistar. Su carrera se acerca al final, de hecho ya hubo un amago de retirada con marcha atrás posterior en 2010. Sus piernas están cansadas tras años de competición y de triunfos, pero decidió continuar y ahora tiene una doble motivación: recuperar el récord del mundo de maratón que le arrebataron hace unos meses y correr esa prueba en los Juegos Olímpicos. Un oro en Londres en la carrera más dura del mundo sería el mejor punto y final posible a su trayectoria deportiva. Pensando en todo ello corrió los 42 kilómetros y 195 metros de Tokio, pero fracasó en ambas cosas. «¿Por qué no puedo batir el récord?», aseguraba en la previa de la prueba japonesa. Fue el primer hombre que bajó de 2 horas y 4 minutos (2h03:58), pero el pasado 25 de septiembre perdió la plusmarca en Berlín a manos del keniano Patrick Makau (2h03:38).

En Tokio estuvo lejos de recuperarlo. Y tampoco estuvo cerca de ganar. Corrió con los mejores hasta el kilómetro 36, pero ahí, donde los más grandes actúan, donde él tantas veces lo ha hecho, se hundió. El keniano Kipyego lo dejó atrás para dirigirse hacia el triunfo. Otros dos corredores (el japonés Fujiwara y el ugandés Kiprotich, segundo y tercero, respectivamente) llegarían por detrás para batirlo también en los metros finales.

Gebreselassie terminó cuarto y logró la mínima olímpica de sobra (2h08:17), pero no es suficiente: tres compatriotas suyos consiguieron una mejor marca en Dubái hace una semana, bajaron de dos horas y cinco minutos. Otros 12 etíopes más han corrido la distancia más rápido que «Gebre» en 2012. Por tanto, ahora está fuera de los tres elegidos para estar en la capital inglesa. Sus posibilidades pasarían por una invitación de su Federación, aunque esté entre los mejores o por disputar otro maratón antes de Londres para hacer marca. «Creo que podría correr otra maratón en dos semanas. Me sentí fantástico los primeros 30 kilómetros, pero después tuve problemas al final de la carrera. A veces eres demasiado ambicioso. Mi objetivo era bajar de 2h05, pero no había entrenado para ello», aseguró el etíope, quizá demasiado optimista: su prueba es la más dura del mundo, los atletas de élite apenas disputan dos o tres al año y en pocas semanas es casi imposible que el cuerpo de «Gebre» esté preparado para volver a sufrir.

Ayer, al menos, terminó la prueba. No lo hacía desde enero de 2010. Su tercera medalla de oro olímpica (las otras dos fueron en los 10.000 de Atlanta 1996 y Sidney 2000) hoy parece algo más que una utopía.