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La crisis por Oché Cortés

Que la crisis es una mierda, todo el mundo lo sabe. Pero lo peor es que, además de padecerla en el corazón del bolsillo, no hacemos otra cosa que hablar de ella. Vas al médico y el tío te está haciendo un tacto rectal y al mismo tiempo te cuenta lo de las acciones preferentes de nosequé Caja, que no van a cobrarlas en la vida, y yo ahí con cara de estatua, aguantando como un Pepe.

Que voy a cortarme el pelo y el barbero, mientras me afeita, dale Perico al torno con que sus hijos ya no pueden estudiar en Berkeley este año y lo que le cuesta echarme el Floyd en la cara, que quema como la madre que lo parió.

Y así en la panadería, en el chino, que ahora le ha dado por hablar mientras le compro los gusanitos al niño, jodío chino, parece Castelar. Y luego, en lo de la comida para llevar, con esto de trabajar en la tele les ha dado por programar conjuntamente y me critican la peli del Oeste -que sólo le gusta al papá, nos roba el mando y no podemos ver a Jorge Javier- y que a ver cuándo ponen a Antonio Hidalgo, que ése si que vale y no los que salen en Canal Sur.

Y me voy de la tienda sin saber si son buñuelos de bacalao o arroz y costillejas lo que llevo en la bolsa. Y todo por la crisis, que hace que la gente se convierta en otra cosa. El barbero, a la barba, el cocinero al fogón y el televisivo a la caja tonta. Esta crisis nos está volviendo locos, así que he decidido dejar de ser pasivo con el tema.

Le pienso dar la vara al primero que me eche a la cara, tirio o troyano, a ver qué tal le sienta al prójimo que otro le arrime la brasa. Que haya alivio y sálvese el que pueda.