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El hombre doble

La Razón
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No sé por qué diablos se me ha ocurrido traer al Circo Celestial al último de mis sobrinillos, y buena la que me ha armao. Había entre los números uno que lo dejó pasmado, que era la exhibición de un monstruo siamés, «El hombre doble», que de cintura para arriba estaba dividido, sin llegar a separarse las mitades, con dos cajas torácicas, dos cuellos con dos gargantas, como se demostraba en que podía hablar por la una o por la otra, hasta echar la voz por cada boca y nariz, aunque sólo ya con dos ojos, uno azul y otro negro; en fin, uno de esos caprichos de natura. Que, lo que es éste mío, desde que salimos del circo empezó a darme una tabarra de nunca acabar: –A ver, tito Fliz, ese hombre, por fin, ¿es uno o son dos? –¿Eh? Pues... mira, René, según como se mire. –¿Cómo que según como se mire? No vale, tío: o es uno o es dos. Ya veo que anda como uno y habla como dos, pero al fin tendrá que decidirse, ¿no? –Pues sí, claro; pero es que, como si dos medios hombres... –¿Qué dices, tío Fliz? No me engañes: ¿te crees que yo no sé que un medio hombre es siempre un medio hombre muerto? –Cierto, cierto; pero es que a veces la naturaleza... –¿Quién es ésa? –Las cosas como son, que, a veces, por algún enredo de las cuentas, sacan un mostruo como ése. –Monstruo, ¿eh? ¿Monstruíto? Y con eso ¿nos quedamos tan contentos? Pero, tío, ese era un hombre, ¿no? O dos: a ver, ¿piensa distinto cuando habla con una boca o con la otra? ¿Podría ser por una fascista como el primo Luis y por la otra rojo como el abuelo Pisco? –Y tú, ¿no puedes cerrar de una vez esa boquita tuya? ¿Qué coños quieres que te diga? –Así de sencillo: ¿son dos hombres que se han pegado? ¿O es uno que se ha rajado un poco por la mitad? –¡Basta, René! Di que son dos en uno. –¡Vaya manera de escurrirte, tío! Pero, ¿son dos? –¡No! Lo más, di como ellos te lo anuncian: que es un hombre doble. –O sea, que es el doble de un hombre. –¡No! ¡O sí! O lo que quieras para que te calles de una puta vez