Teatro
Bayreuth pierde peso
Dos hermanastras que se reconcilian ante un botín común cuando aún no se han curado de las puñaladas que ellas mismas intercambiaron, una prima que se apoya en un enemigo de la familia como intento desesperado de acceder al poder, un hijo que sirve su venganza en forma de libro donde airea los pequeños y grandes crímenes de su padre... la intrahistoria de Bayreuth está a la altura de cualquier libreto de Wagner.
Este año, sin embargo, lo más comentado de los selectos corrillos de la Colina Verde ha sido el considerable éxito de la «operación bikini» de Katharina Wagner, codirectora del festival junto a su hermanastra Eva. En total, 20 kilos la separan del verano anterior, y ella aduce que no ha sido mérito de los dietistas, sino una cuestión de salud: «En abril se me pinzó un nervio y el tratamiento me quitó el apetito», aseguró la bisnieta del compositor en una entrevista en «Focus». Ha vuelto a ganarse el apelativo de «Barbie Wagner» gracias a un menú intensivo de sushi y sashimi japonés que alterna con algún que otro vaso de vino y muchas horas de gimnasio.
Calvas en el patio de butacas
La pérdida de peso de Katharina es para muchos la metáfora perfecta de lo que sucede con Bayreuth, tradicionalmente la cita cultural más importante del verano alemán y una de las más distinguidas de Europa. Son tan famosas sus listas de espera, que hasta hace poco tiempo ascendían hasta a diez años, siempre y cuando cada temporada renovaras, religiosamente, tu petición. En 2011 han empedazado a verse calvas en el patio de butacas del teatro e, incluso, se revenden localidades a la mitad de precio cuando la tradición era pagar varias veces el precio del billete de último minuto.
La crítica, y parte del público, no tuvo piedad tras el estreno de «Tännhauser», la producción que abrió esta edición con una Venus embarazada, una Elizabeth que entra a un centro de reciclaje dispuesta a desintegrarse, Tännhauser en calzoncillos, videoproyecciones del proceso de digestión... ideado por Sebastian Baumgarten con dirección musical de Thomas Hengelbrock. La impresión fue tal que hasta se alabó la versión de Neuenfels de «Lohengrin», tan criticada el año pasado en la premier por convertir a los habitantes de Amberes en ratas.
A esto se suma la ausencia de algunas de las grandes voces wagnerianas, cuando en iempos del veterano Wolfgang, padre de Katharina, corrían por firmar un contrato. El año cien del festival tiene otra ausencia destacada, la de Franz Liszt, estrecho colaborador del todoperoso Wagner, del que se cumple el bicentenario, y del que no se ha programado ni una triste pieza. Nike Wagner, la tercera bisnieta en discordia, ha puesto el grito en el cielo y asegura que informó a sus familiares de la efeméride, incluso propuso un concierto que fue rechazado por ellas.
Nike se considera la oposición a la bicefalia que finalmente se impuso al frente de la dirección del festival hace tres años, tras la desaparición de Wolfgang, su tío, que había estado 34 años al frente de la cita en solitario, después de que el padre de Nike, Wieland, el más talentoso de los nietos de Wagner, falleciera prematuramente. Ambos se ocuparon de la renovación durante la segunda posguerra mundial tratando de desideologizar esta cumbre operística, tan ligada al Tercer Reich en la memoria colectiva.
La prima de las ahora reinantes en la Colina Verde se veía, por tanto, legitimada para hacerse con las riendas a la muerte de su tío. Al ver que la favorita del finado, Katharina, estaba a punto de asociarse con Eva, desterrada durante algunos años del festival, lanzó el órdago de formar candidatura con Gerard Mortier para ser elegida.
Cualquiera podría pensar que toda esta suma de inconvenientes han quitado el sueño a Katharina hasta el punto de hacerle perder el apetito, pero eso implica conocer muy poco a la bisnietísima. A pesar de sus 33 años, lleva a sus espaldas una ya considerable carrera como directora de escena, siempre atrevida, que culminó en 2007 con su primer montaje para Bayreuth, «Los maestros cantores» de Nuremberg», cuya actualización no satisfizo al siempre conservador público de la muestra y que ahora ha vuelto a programarse. «Lo extraño es que no me abucheen», ha llegado a decir con el tiempo sobre sus salidas a saludar tras la caída del telón. Igual que convirtió el escenario original de los maestros cantores en una moderna academia de canto, Katharina pretende dar cuerda al reloj del certamen hasta colocarlo, también en el aspecto tecnológico, en el siglo XXI. Ya ha dado los primeros pasos al permitir que las óperas se transmitan en la plaza de la localidad a través de una pantalla gigante. Entre las posibilidades que manejan en un futuro inmediato es que puedan ser retransmitidas a cines de todo el mundo, como ya ocurre con las temporadas operísticas de los grandes coliseos mundiales, o incluso que puedan verse todos los títulos en «streaming» a través de internet, como ya ha ocurrido este año con «Lohengrin». Ambas opciones podrían aumentar de forma significativa los ingresos del patronato en tiempo de subveciones escasas, aunque, como defienden algunos, le haría perder ese halo de exclusividad que es lo que ha mantenido a Bayreuth durante buena parte del siglo XX.
Un Wagner internauta
Katharina maneja la opción de que si su bisabuelo viviviera sería un fanático de internet, pues no solamente lo incoroporaría a su concepto de la obra de arte total (así definió sus óperas y por este motivo trascendió como uno de los más grandes compositores de la Historia), sino que además era un fanático de la comunicación: se conservan unas diez mil cartas que escribió en vida. Ideas no faltan en la cabeza de la revolucionaria Katharina, lo complicado será dosficarlas para que tanto los gobiernos bávaro, federal y los fundamentalistas wagnerianos no hagan que su mandato dure lo que se tarda en escribir un tuit.
La maldición del Anillo
La tetralogía del Anillo es el cénit de la obra wagneriana. Cuatro títulos que dinamitaron la ópera y que se reponen en Bayreuth para las ocasiones especiales. Eso ocurrirá en 2013, cuando se cumpla el bicentenario del nacimiento del autor. El encargado de ponerla en pie era Win Wenders, que lo deshechó porque las Wagner no veían muy claro su proyecto en 3-D, Frank Castorf, su sustituto, muestra ciertas dudas. En Bayreuth ya se habla de «la maldición del Anillo», pues el cineasta Lars Von Trier ya renunció al desafío en 2006.
Una sonora pitada para «Tännhauser»
Suponía el debut de una de las batutas más reputadas, Thomas Engelbrock, pero ni el reclamo del rubio director de orquesta, ni que la producción era nueva (firmada por Sebastian Baumgarten y situada en una fábrica de biogas) fueron suficientes para salvar de la quema a «Tannhäuser», ópera con la que se inauguraba oficialmente la centenaria edición del festival. La peor parte se la llevó la soprano Stephanie Friede, en el papel de Venus, quien aguantó estoicamente una lluvia de pitidos. Parece que las protestas, cada año más estruendosas, se han convertido ya en un clásico.
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