Cuba
El eje del terror
Absortos en la marcha de unas comunidades autónomas que han arruinado España –casi el treinta por ciento de su deuda representada tan sólo por Cataluña– en una recesión que, al parecer, se va a prolongar hasta 2013 y en el aumento de la tasa de desempleo, los españoles nos estamos enquistando en nuestra política interior. A lo sumo, algunos asoman las narices por encima de las fronteras para ver por dónde sale Angela Merkel, pero lo hacen para retirarlas enseguida. Sumidos en ese ensimismamiento que tanto nos caracteriza en periodos de crisis, no se ha prestado especial atención al periplo, canallesco y vergonzante, de Mahmud Ahmadineyad por Hispanoamérica. La experiencia me dice que la inmensa mayoría de mis conciudadanos no tiene la menor idea de dónde está Irán e incluso hace unas horas contemplé con cierto horror cómo una periodista lo calificaba como «país árabe», es decir, justo lo que no es. Semejante indiferencia, por no decir desidia, no resulta en absoluto justificable. Ahmadineyad no ha ocultado nunca sus intenciones. A la cabeza de una dictadura islámica que ha alimentado todos y cada uno de los conflictos sufridos por Oriente Medio en los últimos treinta años, Ahmadineyad ha negado que hubiera un Holocausto, se ha opuesto al derecho de Israel a existir y ha ido desarrollando un programa de armamento nuclear que podría amenazar incluso a Europa occidental. Semejante trayectoria debería haber provocado una clara reacción en la comunidad internacional, pero ésta ha sido más bien tibia y de esa tibieza no ha salido al contemplar el periplo que Ahmadineyad ha realizado por Hispanoamérica. Sus amigos son obvios. Se trata de los viejos –más que viejos, caducados– dictadores de una izquierda totalitaria que no sólo se resiste a desaparecer sino que además pretende extender su influencia. Chávez y Castro, Morales y Ortega –que se permitió ofender al Príncipe sin que llamáramos siquiera a nuestro embajador en Managua a consultas– son los que han brindado su apoyo, en ocasiones, ladino, en otras, estrambótico y ridículo a Ahmadineyad. Le guste a quien le guste e irrite a quien irrite, Occidente sigue siendo un pequeño archipiélago rodeado por un océano de totalitarismos. En ese piélago inmundo, tenebroso y peligroso se encuentran Cuba y la Nicaragua sandinista, la Venezuela de Chávez y la Bolivia de Evo, la república islámica de Irán y Hamás. Por el contrario, en el pequeño archipiélago se hallan Estados Unidos, el resto de las naciones de la NATO e Israel. A un lado se halla la tiranía opresiva y encastillada; al otro, las únicas democracias existentes a día de hoy. Cada cual sabrá con quién está, pero yo, personalmente, no tengo la menor duda de que mi bando es el de la libertad frente al eje del terror, los iluminados izquierdistas e islámicos que pretenden mejorar este mundo llevándolo a paso de corneta hacia la caverna.
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