Europa

Ceuta

Ya está bien con Rabat

La Razón
La RazónLa Razón

Tras varios días de manifestaciones, agitadas y financiadas por Rabat, contra dirigentes políticos españoles del PP, de insultos y expulsiones de varios periodistas españoles, de amenazas a turistas españoles y, finalmente, de campañas en la Prensa oficialista contra España, el Gobierno marroquí dio ayer un paso más hacia la provocación y el chantaje que sobrepasa los límites admisibles de una buena vencindad. Por un lado, convocó para el próximo sábado una «marcha de liberación» -referencia directa a la «Marcha Verde» de hace 35 años- sobre la ciudad de Ceuta para reclamar el fin de la «ocupación española». Y, por otro, el ministro de Comunicación y portavoz gubernamental, Jalid Naciri, anunció que Marruecos «reevaluará el conjunto de sus relaciones con España» a tenor de las últimas «circunstancias». Naciri se refiere a la declaración institucional aprobada ayer por el Congreso, en la que se condena la violencia en el desalojo del campamento saharaui de El Aaiún. Resulta del todo inaceptable e intolerable la actitud chulesca de un régimen semifeudal que viola sistemáticamente los derechos humanos más elementales y que ni siquiera sabe apreciar el esfuerzo del Gobierno español por mantener las buenas relaciones con gestos tan elocuentes como haber impedido que se cite a Marruecos en la declaración del Congreso, haber evitado una mayor dureza en la condena del Parlamento Europeo o contener a un amplio sector de la izquierda que está reclamando más contundencia contra Rabat. Nada de todo esto, como tampoco la paciente actitud de la sociedad española, parece bastarle al régimen alauita. Sus amenazadoras declaraciones, que preceden al enésimo chantaje sobre Ceuta y Melilla, no pueden quedar sin respuesta. Es posible que sea España la que, a la vista del matonismo político del Gobierno de Mohamed VI, deba replantearse sus relaciones. Rabat parece despreciar el hecho de que en nuestro país se ganan la vida y disfrutan de las libertades democráticas más de un millón de súbditos marroquíes. También parece ignorar dónde se encuentra la puerta de entrada a Europa, única vía de progreso económico para una sociedad depauperada y con grandes diferencias de clase. Y es evidente que no sabe valorar en su justa importancia la ecuanimidad con que la sociedad española acoge, trata y considera al pueblo marroquí. Si lo que pretenden los levantiscos servidores del monarca alauita es irritar a la opinión pública española y reavivar recelos que estaban superados, lo están consiguiendo con su demagogia irresponsable y su prepotencia feudal. Es evidente que los paños calientes, las cesiones y los miramientos diplomáticos que el Gobierno de Zapatero ha empleado desde que estalló la crisis sólo han servido para envalentonar a Mohamed VI y sus validos, que se han instalado en el chantaje y la amenaza permanentes ante unos gobernantes españoles que consideran débiles, erráticos y acomplejados. El presidente español está obligado a enviar al otro lado del Estrecho, sin demora, un mensaje inequívoco y contundente. Y si para ello necesita el apoyo de la oposición, que lo pida, que se lo dará.