Debate Estado Nación
Sin guiños emocionales por Roberto Rodríguez Andrés
Un amigo me preguntó ayer cómo se sabe quién gana un debate. Pues bien, creo que los debates, salvo casos muy puntuales, los suelen ganar todos… lo cual es decir que no los pierde nadie. Un análisis de las redes sociales o de los comentarios de los periodistas y políticos permite comprobar este extremo. La realidad es que fue un debate muy vivo, con cruces de reproches y quizá uno de los menos encorsetados de los que se han celebrado hasta ahora. Era de esperar que Rajoy utilizara la crisis para poner contra las cuerdas a Rubalcaba, recordando su responsabilidad en el Gobierno. Y podía esperarse también que Rubalcaba intentara atacar al PP por su «programa oculto». Y, en efecto, éste fue el guión del debate, en el que por momentos los dos parecían ser el candidato de la oposición. Pero, por lo menos, fue un debate, en el que ambos contendientes estuvieron a la altura, y no un diálogo de sordos. En cuanto a aspectos formales, el lenguaje fue en ocasiones demasiado técnico, con muchas cifras, sobre todo en los primeros bloques, y con pocas concesiones a los guiños emocionales. Además, en algunos momentos, los candidatos se dirigían más a ellos mismos que a convencer a los ciudadanos. Destacó cómo Rubalcaba concluyó la mayoría de sus intervenciones con una pregunta directa a Rajoy. Parece mentira que esto no quedara sujeto a las negociaciones previas. Esta vieja táctica, que ya utilizó González contra Aznar en el segundo debate de 1993, fuerza al rival a responder y, en definitiva, a seguir su juego. En el 93, Aznar no respondió, y eso se le volvió en contra. En esta ocasión, Rajoy salió bien parado, porque no rehuyó contestar y lo hizo además de forma contundente y directa, adoptando incluso esta misma estrategia en la segunda parte del debate.
Roberto Rodríguez Andrés*
Profesor Asociado de Icade e investigador electoral
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