Siria
El movimiento 20 de febrero celebra un año de cambios en Marruecos
"Feliz cumpleaños, 20 de Febrero; un año negro, Majzen". El cántico resuena a lo largo de la Avenida Hassan II, en Rabat, nada más comenzar la manifestación que conmemora el aniversario de la Primavera Árabe en Marruecos. Satisfacción en los rostros de los jóvenes, y algunos no tan jóvenes, contestatarios. Un año después está claro que han ganado, al menos en parte, al "sistema". Pero no están dispuestos a reconocerlo.
"Tenemos todavía mucho por hacer", asegura Kamilia Raouyane a LA RAZÓN. "Quizá se abre ahora otra etapa, pero no podemos pensar que ya tenemos ganadas todas nuestras libertades. Tenemos que seguir luchando", afirma esta militante del partido izquierdista Vía Democrática y fundadora del Movimiento 20 de Febrero.
Lo cierto es que este heterogéneo grupo provocó cambios que hubieran sido impensables en Marruecos hace tan sólo unos meses: la redacción de una nueva Constitución con menos poderes para el Rey, la convocatoria de elecciones anticipadas y, con ello, el ascenso al Gobierno de los islamistas de Justicia y Desarrollo (PJD).
¿Son conscientes de que el PJD, en gran medida, les debe estar en el Gobierno? Sí, lo son. Como explicaba en una reciente entrevista en el semanario "Telquel"la activista Ghizlane Benomar: "El PJD no ha hecho más que retomar nuestro discurso movilizador para ganar las elecciones". Y lo cierto es que los islamistas se hubieran visto abocados de nuevo a la segunda posición, como en las legislativas de 2007, si no hubiera sido por los vientos democratizadores que trajo el movimiento cívico.
Lo que se preguntan muchos marroquíes es "¿y ahora qué?". Indudablemente, el movimiento ha perdido militantes en estos 12 meses. Además de los islamistas del ilegal pero tolerado Justicia y Caridad, también ha perdido a muchos civiles "laicos". Lo cierto es que esta última manifestación en Rabat, ayer domingo, apenas sumó a un millar de simpatizantes, cuando hace un año las crónicas hablaban de cinco mil personas marchando hasta la puerta del Parlamento.
Pero eso no es suficiente para dar por muerta la movilización, que puede cobrar nuevas fuerzas en cualquier momento si las autoridades frenan el ritmo de reformas que pide la calle. Y las principales reformas, las que le van a recordar en la calle una y otra vez al Gobierno del islamista Abdelilah Benkirane, son acabar con la corrupción, crear puestos de trabajo y mejorar la educación y la sanidad. Y eso sin afectar a las libertades conquistadas hasta ahora.
A pesar de que en los últimos meses han aumentado las detenciones de periodistas, blogueros o artistas por presuntos desacatos al rey, muchos creen que también se atisba una cierta apertura en ese ámbito. Estos "desafectos", argumentan, no duran mucho en la cárcel ante una presión social en aumento. El sábado, en el festival "Alternativas y Resistencia", organizado por el 20-F, el escenario se lleno de "irreverencias"a la monarquía, de críticas al sistema político y de burlas hacia los poderosos ante aproximadamente doscientas personas que asistían divertidas y sorprendidas al espectáculo. Me volví a Selma Maarouf para preguntarle: "¿Hubiérais podido hacer esto hace un año?". No dudó un momento: "No". No, al menos sin que hubiera aparecido la Policía para dar por terminada la función y enviar a unos cuantos a comisaria.
Ahora, un año después, las cosas han cambiado, admite otra activista, Meriem Bouslama: "Es cierto que ahora puedo hablar con más libertad". Pero aunque es mejor, todos lo dicen, que Marruecos no haya seguido la violenta senda de Líbia o Siria, queda todavía mucho camino por recorrer hasta que se afiance como una democracia completa y estable. "Queremos que desaparezca el Majzen (el entramado de poder que rodea a la Monarquía)", añade Mohamed Al Mosseur. Definitivamente, no ha sido un buen año para los tradicionalistas en Marruecos.
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