Agricultura
Contra la desagrarización (I)
Algunas preguntas y respuestas. ¿Dónde vivimos?: en el planeta Tierra, como dice el título genérico de esta columna. ¿Más concretamente?: en España. ¿Y de qué comemos?: de lo que producen los agricultores y ganaderos. ¿Y cómo está el campo español actualmente?
Les diré: lo primero de todo, que las referencias oficiales al tema brillan por su ausencia, sin que nuestros ínclitos políticos hablen para nada del duro efecto de la crisis económica en el sector FAO (agricultura, ganadería, forestal, caza y pesca); que está abandonado a su suerte por la inercia burocrática del más puro despotismo sin ilustrar. Incluso desapareció el Ministerio de Agricultura, con un planteamiento pseudoecologista, en pro de un MARM, que se ha revelado la mar de delicuescente e ineficiente.
En el área que nos ocupa, está en marcha, además, una constante pérdida de actividad. Con casos de manifiesta contracción productiva, por los recortes que la Política Agrícola Común (PAC) de la UE; que ha incidido en varias de nuestras más importantes «cosechas-caja» (cash-crops), del tipo del algodón, remolacha azucarera y tabaco. Sin que la situación sea mucho mejor para los demás subsectores, que están al borde del precipicio económico, sin que nadie desde la jerifalcia nacional ponga remedio. Por lo demás, los problemas rurales vistos desde las ciudades alegres y confiadas, permiten hablar de auténticos «urbanistas agroclastas»; en analogía a los iconoclastas que destruían las imágenes porque no sentían ningún afecto por ellas.
En las urbes máximas e intermedias, lo agrario sólo se menciona para lamentar los altos precios de los alimentos (cadenas de distribución: ¿qué están haciendo?), y se observa muy poca inquietud por la mayoría de las explotaciones agrarias del país, que sufren precios en origen envilecidos, costes crecientes, y demanda menguante en destino. Seguiremos la semana próxima.
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