Bruselas

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La Razón
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La misma semana en que un grupo de frescos a sueldo vino a San Sebastián a cachondearse de España, se discute en Bruselas no si se va a degradar la deuda española, sino cuánto. A este enorme nivel de influencia en el mundo hemos llegado tras ocho gloriosos años de Gobierno socialista. Se juega mucho en Bruselas esta semana y España está sin Gobierno. Se juega sencillamente el futuro del sistema financiero español, algo que presumiblemente debiera decidirse en España, pero que ahora se decide en Alemania.

Esto se juega habiendo ya establecido la premisa de que nuestra deuda es de segunda división, algo que parecerá un tecnicismo para muchos, pero cuyas consecuencias son de gran alcance y graves. Para empezar, a nuestro sistema financiero se le pone, si cabe, en situación todavía más delicada. Rebajar la valoración del principal activo de la banca española supone incrementar las necesidades de capital de nuestro sistema financiero, en un momento en que la banca española carece de acceso al crédito privado.

Por otra parte, esta degradación de la deuda española impide al conjunto del sector empresarial español competir en igualdad de condiciones con sus socios europeos. Éste es el precio a pagar por nuestra alegría en el gasto: la rebaja del status del conjunto de la economía española. Las empresas españolas se verán no sólo abocadas a concentrar su esfuerzo inversor fuera de España sino, cada vez más, a trasladar sus centros de decisión al extranjero.

Para ser justos, estas decisiones ya las había tomado el mercado antes de que las oficializase Bruselas. En todo caso, cuando se nos vendió la vuelta al corazón de Europa se les olvidó contarnos en qué postura lo hacíamos.

Totalmente postrados.