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Historias de la buena «mili»

Hoy hace diez años que entró en vigor el Real Decreto por el que se suspendió el servicio militar obligatorio. Acababan doscientos años de historia de reclutamiento forzoso y la ministra de Defensa, Carme Chacón, lo celebra con un acto. Pero antes, un grupo de personajes públicos han contado su experiencia a LA RAZÓN.

José Bono (primero por la izquierda), con uniforme de alférez y acompañado por un grupo de castellano- manchegos que compartieron con él la «mili» en Aranjuez
José Bono (primero por la izquierda), con uniforme de alférez y acompañado por un grupo de castellano- manchegos que compartieron con él la «mili» en Aranjuezlarazon

José Bono Presidente del Congreso
José Bono (milicias universitarias, Caballería) aún se reúne con sus compañeros de servicio militar, con la «cuadrilla» de castellano-manchegos que salieron de sus pueblos para juntarse en una experiencia única. Con ellos comió en Aranjuez cuando ya era ministro de Defensa. No todo fueron alegrías, «cuando mataron a Carrero Blanco yo estaba haciendo mi segundo campamento en Valladolid y me arrestaron por "soviético"», pero en su memoria queda un sabor muy positivo. «Me lo pasé muy bien en las prácticas de alférez en Aranjuez y en el segundo campamento».


Fernando Savater /Filósofo y escritor
«Salí de la cárcel y ya me tocó hacer la mili. Me mandaron a Alcalá de Henares los meses de instrucción y luego a Moncloa en el regimiento. Como sabía escribir a máquina me pusieron en la oficina de la compañía para ayudar al capitán. En los ratos libres escribí bocetos de "La filosofía tachada", mi segundo libro. Teníamos miedo de que Franco muriera y nosotros allí,acuartelados».


Ramón Tamames / Economista
«En mi caso concreto de la mili asistí durante dos veranos (1953 y 1954) al campamento del IPS en La Granja de San Ildefonso, donde bajo un inmenso robledal vivíamos y dormíamos en tiendas redondas cónicas, para durante el día triscar por montes y vaguadas, en ejercicios de fuego real y misiones de comandos; combinado todo ello con clases de ordenanzas, táctica y tiro. Fueron dos veranos prácticamente felices, porque había tiempo para todo, incluso para leer "Bonjour tristesse"de Françoise Sagan. Después, hice las prácticas de la milicia, como alférez eventual en Inca, Baleares, en el centro de Mallorca, y durante seis meses disfruté de la vida como pocas veces a lo largo de mi existencia. La camaradería con amigos de Cataluña, de Asturias, de Andalucía, e incluso de las entonces lejanas Islas Canarias, junto con la juventud que todos rebosábamos, constituyó una experiencia vital única. Para más extensión sobre esta parte de mi vida, mis «Memorias», que se publicarán uno de estos años.


Jesús del Pozo / Diseñador de moda
«Estuve en el Pinar de Valladolid, un frío horrible y en condiciones precarias,y luego en Madrid a las escuelas de transmisiones del Ejército del Aire.Yo intenté pasar totalmente desapercibido para no destacar en nada, fui muy discreto y nunca tuve nunca un arresto. Me molestó que no nos enseñaban realmente a defender a la patria, pero el recuerdo es bueno. No diseñe porque no había ambiente para eso».


Perico Delgado / Ciclista
«Hice la mili en Tenerife en 1980 y guardo recuerdos buenos y malos. Era algo que tenía que pasar cuanto antes para seguir con mi trayectoria deportiva, pero no volvería a hacer la mili. Mantengo el contacto con dos o tres compañeros. Me dieron tres meses de permiso en verano para competir con la Selección de ciclismo. Cuando volví, me hicieron recuperar esos tres meses y medio. Me saque el carnet de conducir especial y de remolques, aunque nunca lo llegué a utilizar. Si no hubiese sido deportista, tal vez podría haber sido camionero».


Amando de Miguel / Sociólogo y catedrático
«Precisamente escribí "Servir al Rey: recuerdo de La mili", porque guardo un recuerdo bueno de mis dos veranos en La Granja, aunque estuve mucho tiempo arrestado porque era muy despistado y siempre estaba leyendo o escribiendo. Fue muy duro, por ejemplo nos dejaban sin gafas al sol y teníamos que estar 4 ó 5 horas cargando con armamento, que podía pesar 20 kilos. Pero se genera un gran sentimiento de Hermandad entre los compañeros».


Victorino Martín / Torero
Guardo de aquella época el gran sentido de compañerismo. Yo hice la mili en Madrid, y como estudiaba a la vez veterinaria y quería torear me concentraban las guardias y tenía días seguidos para ir al ruedo. Dormía una media de 2 ó 3 horas diarias y en Navidad cerraban el colegio mayor Barberán y nos dejaban sin los servicios mínimos, pero no tengo recuerdos malos. Nos partíamos de risa con un sonámbulo que hablaba por las noches, y una vez casi atropellé a un cabo primero por hacer el tonto con un 600. Me pusieron en prevención.


Alfonso Ussía Escritor y columnista
El colaborador de LA RAZÓN hizo el servicio militar en Camposoto, Isla de San Fernando, Cádiz. De él sólo salen palabras de «gratitud» por aquel tiempo de servicio, por las personas a las que conoció y por las lecciones que extrajo de la «mili». Un «honor» y una experiencia en la que todos «éramos lo mismo, sin distinciones de ningún tipo».


Juan del Río / Arzobispo castrense
«Juré bandera en Córdoba, en el Cerro Muriano. Tenía 30 años, era párroco en el pueblo de Pilas, y vino todo un autobús de mi parroquia para apoyarme. Los curas y seminaristas estábamos exentos de la mili. Yo no habría tenido problema en hacer la mili si la ley hubiese sido distinta. Era una buena ocasión para que muchos españoles aprendieran valores. Hace años, los capellanes castrenses ayudaban en la mili a la promoción cultural de soldados y reclutas, muchos capellanes eran profesores y daban clases de lectura y escritura a gente que venía con muy poca formación».


Ferrán Adrrià / Cocinero
«Yo soy lo que soy gracias al Servicio Militar. Fui cocinero de reemplazo para el almirante ángel Liberal Lucini. Allí conocí a Fermín Puch, y después de probar mis platos y terminar la mili decidió llevarme al Bulli. Y hasta hoy. Recuerdo que había que quedar bien cuando venían los ministros o el presidente, momentos especiales en los que preparé, por ejemplo, lubina en croute de polvo kistsch».