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Adiós a un gran hombre de Estado

Muere en Madrid, a los 89 años, una de las grandes personalidades de la política española. Fundó el PP y ha sido un ejemplo de lealtad, sentido de Estado y servicio a España>> El amor a España, la pasión por la libertad; por Mariano Rajoy >> El hombre de la mayoría natural; por José María Marco >> Sin ningún tiempo que perder; por Luis Suárez >> Ideas más rápidas que las palabras; por Fernando Vilches >> Austeridad, honradez y eficacia; por Francisco Marhuenda >> El viejo león, por Pilar Ferrer >> Condolencias desde el PSOE >> Luto en el PP >> El hombre que tenía el Estado en la cabeza; por Emilio Sáenz-Francés >> Otra manera de hacer política; por Lluís Fernández >> La frase exacta del relevo : ¡ Ni tutelas ni tu tías!>> La Constitución y el Rey; por Manuel Fraga >> Reacciones: Los políticos lamentan su fallecimiento>> Los reyes y los príncipes lamentan la pérdida de un «gran servidor del Estado» 

Adiós a un gran hombre de Estado
Adiós a un gran hombre de Estadolarazon

Decían sus turiferarios que tenía el Estado en la cabeza. Era verdad académicamente porque la teoría del Estado la tenía estudiada y enseñada, pero también sabía que el franquiciado era historia de un solo hombre y se ajustó a las posibilidades que le ofrecía su destino. Si hubiera nacido más tarde, hoy sería príncipe en un concierto de medianías. Este extraño cruce de gallego y vasca, con la potencia de ambas razas, gran amigo y anfitrión de Fidel Castro, demostró su calidad de hombre de Estado llevando la derecha montaraz al territorio de la democracia. Algunos socialistas, más tontos que otros, siguen hablando de una extrema derecha que no existe como en Francia, Austria, Dinamarca o Holanda, gracias al empeño de Manuel Fraga Iribarne, que supo que en el postfranquismo serían necesarios todos los concursos menos el de los extremistas. El neofranquismo, el franquismo sociológico, confiaba ciegamente en él (mucho más que en Adolfo Suárez) y le siguió desde Alianza Popular en la laboriosa gestación de una derecha democrática, de un conservadurismo tolerante y civilizado ajeno a los «burgos podridos» que denunciaba Manuel Azaña y el caciquismo de un Romero Robledo. Varias veces tuvo que tejer y destejer ese partido hasta llegar al actual Partido Popular y eso constituyó un gran depurativo para la derecha española, que al partir de cero se vio obligada a modernizarse mientras los que alardeaban de cien años de historia abundaban en la soberbia.

Recuerden los que puedan hacerlo que en 1975 los partidos de la derecha democrática podían reunir sus comités de dirección en un taxi sin que sospechara la Policía. Además, tuvo la difícil grandeza de saber irse incluso mucho antes de que le retirara la edad y le fallaran las fuerzas. Reuniendo todo el poder partidario, se lo entregó a José María Aznar y a los representantes de una sociedad más joven. Y lo hizo de verdad sin pretender nunca tutelar a los sucesores que designaba. España le debe algo, aunque somos reino de cicateros. Si no fuera porque esto es una carrera de banderizas, Fraga iría al polvoriento y desusado Panteón de Hombres Ilustres.

En todo, a todas horas

El servicio de Prensa de Alianza Popular pidió al diario «El País» una entrevista con su líder, Manuel Fraga Iribarne. Habríamos mandado a un experto en entrevistas políticas, que los teníamos muy buenos, pero por hacerle una tonta deferencia fui yo a la calle Génova en mi calidad de subdirector del periódico. Tras saludarnos a su estilo de oso a mí y a mi compañera gráfica Marisa Flórez, que no me dejará mentir, le hice una primera pregunta obligadamente genérica. Desde ahí fueron las cosas a mayores. Tras formularle la segunda pregunta me espetó tonante: «No pensará que tengo toda la tarde para dedicársela a usted». Marisa y yo nos miramos con ojos asombrados y lo que pensé fue en levantarme y marchar dando un portazo, aunque conocía las maneras del jefe, pero recordé a tiempo que el periodismo es humildad y hasta masoquismo, y a trancas y barrancas acabamos el encuentro mientras Fraga observaba divertido mi azoramiento. Pese a mis esfuerzos y su categoría política, fue la entrevista más breve y peor de mi vida.

Nunca le tuve la entendible enemiga de los demócratas porque junto a Juan Van-Halen, hoy senador del PP, edité la revista de poesía «Nuevo Surco» y al cuarto número los jovencísimos indigentes que éramos no podíamos pagar a la imprenta. Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, compró todos los ejemplares que no se habían vendido (todos) y pagó al impresor a beneficio de la poética adolescente. Era bipolar. Vivía en el ministerio (hoy Defensa) y a las tantas de la madrugada en batín y fumando un puro bajaba a la sala de teletipos para conocer las últimas noticias, dando un susto de muerte al teletipista. En una rueda de prensa sonaba interminablemente un teléfono, pidió a un conserje una tijera, se bajó del estrado y cortó el cable. Nos dijimos jocosos: «Éste es un ilustrado porque sabe que la línea del teléfono no lleva electricidad».

Lejos de la corrupción
No traicionó a nadie ni a sí mismo. Fue un hombre de su época y ni siquiera creo que su estadía en Reino Unido le enseñara la democracia que ya sabía pero no pudo ejercer. Fue leal a Franco porque eso le tocó vivir a su ambición y hasta en una cacería le llenó el culo de perdigones a la hija del Caudillo. Al llegar a ministro se encontró con una Ley de Prensa de Guerra y una censura que prohibía a Mario Vargas Llosa llamar «huevón» a un general peruano («La ciudad y los perros»), en el entendimiento subnormal de que no se puede llamar tal a un entorchado suramericano. Y hoy olvidado, Ángel María de Lera escribió en una de sus novelas que una señora se desnudaba para meterse en la cama para dormir. Logró dar con el censor, que le tachaba la frase y se ofreció a suprimir lo de que se desnudaba. El energúmeno intelectual le ilustró: «Si a mí que se desnude me da lo mismo. Lo que no puedo admitir es que una mujer española se vaya a la cama sin rezar antes sus oraciones». Su Ley de Prensa trasladó la censura a los directores de los medios y las editoriales introduciendo la autocensura de los que no queríamos arruinar a nuestros jefes. En el interregno la censura oficial que se iba, echó abajo entero un artículo de Francisco Franco con pseudónimo enviado para publicar en el diario «Arriba», órgano del Movimiento. Igual fue una soterrada venganza. Franco no dijo nada, tal su costumbre. Fraga entendió que el turismo no era una bagatela, sino la primera industria del país y lo fomentó con tal energía que nadie hoy puede discutirle el mérito. Empezando por los Paradores de Turismo; todas las primeras piedras las puso él. Le llamaban «El tractor Thompson» no solo por arrollar en sus múltiples oposiciones, sino por la bravía que ponía en sus empeños.

Su mérito indiscutible, hasta para sus adversarios y enemigos, fue la creación de una derecha democrática y constitucional (fue ponente de la Carta Magna), creando y recreando el conservadurismo español, ajustándolo a las libertades hasta dejarlo en manos de José María Aznar, que ultimó el trabajo. Conociéndole un poco se supone que no le agradó todo lo que ocurrió desde entonces, pero hizo lo posible por no molestar.

Nota Bene.- En estos tiempos en que hasta el más empinado parece un arrebatacapas, de Fraga no podrá decirse que se haya llevado a casa una sola peseta que no fuera suya. Era capaz de cenar tres veces cordero, pero fue inmune a la corrupción. Hoy dejaría la primera fortuna de Europa si cuando puso el turismo en marcha, con todo por hacer, hubiera puesto el cazo como nuestras democratísimas alegres comadrejas de Windsor.

 

Descansará junto a su esposa en la localidad coruñesa de Perbes
El presidente fundador del PP, Manuel Fraga, será enterrado en la localidad coruñesa de Perbes, cumpliendo así un deseo que el veterano político había expresado en repetidas ocasiones. Allí reposará junto a su esposa, Carmen Estévez, que falleció en 1996 y también está enterrada en el mismo municipio. Antes del sepelio, el cadáver de uno de los padres de la Constitución será velado en su domicilio de Madrid, por expresa decisión de su familia. A la capilla ardiente sólo asistirán las personas más allegadas, informaron a Ep fuentes populares. Y eso pese a que el Congreso de los Diputados, el Senado y la Xunta de Galicia –tres de las instituciones en las que Fraga había desempeñado su labor política a lo largo de su dilatada trayectoria– se habían ofrecido para acoger la capilla ardiente. Como uno de los padres de la Carta Magna, se barajaba la posibilidad de que, al igual que ocurrió con Gabriel Cisneros, la capilla ardiente fuera instalada en el Congreso de los Diputados. En la localidad coruñesa de Perbes se encuentra la residencia veraniega de la familia de Manuel Fraga, donde el fundador del PP pasaba largas temporadas estivales desde hacía muchos años.