Historia

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El más importante por Luis Emilio Pascual

La Razón
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Un cierto día los colores discutieron sobre quién era el más importante: el azul pretendía el puesto porque era el color del cielo, el amarillo era el del oro y el sol, el verde hacía que los campos no fueran grises, el rojo era el color del amor y la pasión, el blanco daba luminosidad… y así todos. Terminaron peleando… y entonces Dios intervino: ordenó al rayo y al trueno que actuasen y mandó a la nube romper en lluvia. Los colores se asustaron y, empapados y con frío, terminaron por unirse. Entonces nació el arco iris.

El ser humano se enzarza en peleas, discusiones, guerras de todo tipo, porque se afana constantemente en conseguir prestigio, poder, en cultivar su imagen, en obtener primeros puestos. Esta realidad no nos es ajena: la vive el deportista, porque no cuenta más en el equipo; el político, porque lo haría mejor que su adversario; el marido, porque es cabeza de la familia; la esposa, porque carga con la tarea más dura de la casa; los padres, porque los hijos hacen su real gana; los hijos, porque los padres no van con los tiempos; el cura, porque no se le da la reverencia que merece; la monja del convento, porque lo haría mejor que la superiora; el tendero de la esquina, porque con el producto y el precio que tiene no entiende cómo la vecina compra en otra tienda… y todos vamos a la Eucaristía -sacramento de la comunión- discutiendo quién es el más importante, el mejor; sólo que nos da vergüenza confesarlo y decimos -para justificarnos- que lo que pretendemos es que las cosas vayan mejor.

A los apóstoles les pasaba lo mismo. Mientras Jesús esta hablando de su pasión y muerte, ellos, posiblemente por miedo a afrontar la cruda realidad, se entretienen con irreales sueños de grandeza y discuten quién es el primero: ¿Simón, a quien Jesús acaba de llamar «roca»?, ¿Juan, cuya intimidad con el maestro era más que evidente?, ¿Judas, a quien se le había confiado la bolsa, la economía del grupo?... «Discutían quién era el más importante». Este veneno -este pecado- que indefectiblemente aparece en cada persona y en todo grupo humano destruye la convivencia, rompe el propio grupo e impide vivir la comunión.. Quizás lo que está en juego es la pérdida de horizontes hacia los que tensar nuestra vida. La grandeza de Jesús está en enseñarnos el camino y ser Él mismo el guía. Así, desenmascara las pretensiones humanas de quien se imagina un reino al estilo de los de este mundo, donde ser primero es sinónimo de prestigio, poder y fuerza sobre los demás. No es así en el Reino de Dios, y no es así en la verdadera antropología humana: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

El gesto de abrazar a un niño e invitar a acoger al hermano del mismo modo es significativo: se trata de servir más a quien más necesita, al más menesteroso, al más dependiente. ¡Ese es el más importante! Además, egoístamente conviene, porque ¡servir hace verdaderamente feliz! Esto sí es auténtica «Educación para la ciudadanía».



Luis Emilio Pascual
Capellán de la UCAM