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Más allá de Laponia
Un dirigente empresarial ha sugerido que, si hace falta, hay que ir a buscar trabajo a Laponia... Una propuesta poco original: algunos españoles ya se ganan la vida allí, incluso en lugares más lejanos.
Desde mediados de 2009, he recibido un montón de e-mails de gente con ganas de venirse a Laponia, y estos e-mails se han intensificado desde mediados de 2011. La verdad es que no me extraña, estando como está, la situación en España», cuenta Julián Amorrich (www.elblogdefinlandia.com), un español que llegó a Laponia en 2001 y aún continúa allí como guía turístico y ofreciendo trabajo a los Erasmus. En un mundo global, no importan las fronteras ni los kilómetros. Laponia, como dijo Feito de la CEOE, sólo es un sitio más donde buscar trabajo. Incluso, está más o menos cerca, comparado con otros. «Cuando yo me vine a Australia, mi familia se lo tomó bien –escribe Juan Miguel García López–. Hubo algunos lloros, ya sabes, pero bueno, eso es inevitable. Me preguntaron con ironía si no me podía ir más lejos. Les dije que en realidad, sí, a Nueva Zelanda...». Nueva Zelanda son las antípodas, se supone que el lugar más lejano de España. «Yo tenía trabajo, pero el ambiente laboral no era muy propicio para que dejase pasar otras oportunidades de salir de España. Como se dice vulgarmente, cogí un tren que no volvería a pasar por mi puerta», explica Andrés. No cogió un tren, sino varios aviones para llegar a Nueva Zelanda. Según los programas de éxito en televisión de «Españoles por el mundo», la emigración casi siempre es un éxito y la vida, idílica. «El problema es que estos programas sólo enseñan la cara más bonita de los países que visitan», explica Julián Amorrich: «Pero la realidad es muy diferente y emigrar a un país del que no hablas el idioma, no conoces la cultura y no tienes ningún vínculo afectivo es, en la mayoría de los casos, una aventura con un final triste. No quiero desilusionar, pero encontrar trabajo en Finlandia es complicado y si lo que buscas es una opción a España (sin tener ningún tipo de vínculo previo con Finlandia), es mejor dedicar tu energía a encontrarlo en otros sitios».Irse a Laponia o a Australia o a Nueva Zelanda y fracasar en el intento supone, además, cerrar la única puerta que quedaba tras escapar de la situación laboral en España. A veces, sin contrato de trabajo ni siquiera se puede viajar a algunos países. Y otras, si se comienza el viaje sin tener nada seguro en el lugar de destino, puede resultar que al final se pierda dinero. Juan Miguel se gastó unos 5.000 euros en todo el papeleo que le permitió marcharse a Australia, además de pasar un reconocimiento médico, y hacer el examen de inglés. A Australia, además, si vas con tu pareja, tienes que demostrar que es una relación verdadera. Difícil adaptación«No se puede venir a un país de habla inglesa sin dominar el idioma y, por otro lado, hay que empaparse de usos y costumbres de allí donde ‘‘tiras tu cometa", muchas veces la adaptación no es fácil y te lleva al fracaso, por mucha ilusión que hayas puesto en el proyecto», dice Andrés, desde Nueva Zelanda. Lo más básico: entrar no es fácil: «Únicamente lo hace quien aporta algo al país, te piden muchas cosas (todo muy caro)». Para Laponia, Julián recomienda no pocas cosas: inglés más que fluido, nivel al menos medio de finés (sueco si vas a una zona de mayoría suecoparlante), contrato de trabajo, alojamiento para al menos tres meses, un buen colchón económico.Aunque en los últimos tiempos el miedo a viajar es inferior al miedo a quedarse España. Laura Martín se fue a Laponia porque tras trabajos precarios, entendió que aquí no hay sitio para todos: «Al terminar mis prácticas me puse a mandar muchísimos currículums, tanto en España como en el extranjero, en varios países, pero no salía nada de lo mío (comunicación audiovisual). Como yo lo que quería era trabajar, porque odio estar parada, empecé a mandar también a tiendas o a trabajos temporales para los que no se necesita una formación específica. Justo antes de venirme a Finlandia estuve trabajando para una conocida marca de ropa durante unos días, pero no era lo mío. Yo lo que quería era encontrar trabajo en mi área, así que cuando lo tuve, llegué a un acuerdo con la empresa, lo dejé y me vine». Y ahí sigue, pese a las dos horas de luz en el mes enero y los día que trabaja a -30 grados.
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