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Mundialito o mundialazo según

Mundialito o mundialazo, según
Mundialito o mundialazo, segúnlarazon

Hartos de marisco

Me sorprende la tendencia de considerar los torneos justo los años en los que los ganas y desdeñarlos cuando te han quedado grandes.

Propongo un juego a mi compañero de página: imaginemos que en Tokio, en vez de jugar el Barcelona, se encontrara otro equipo. Pongamos por caso que, ese otro equipo fuera el Sevilla Fútbol Club, como le gusta decir y de corrido a José María del Nido. El Sevilla Fútbol Club, y encima ya con José Antonio Reyes en sus filas para acabar de ser absolutamente imparable. Me apuesto un brazo a que mi compañero de página, lejos de atizarle al Mundialito de Clubes ese que se ha jugado en el desayuno, estaría dando botes y engordando en letras con relieve la historia de su amado Sevilla. Entiendo que estas cosas que parecen siempre ajenas no calen entre los que nos damos por exentos a las primeras de cambio. Yo, sin ir más lejos, también desprecio a George Clooney y me digo «no es para tanto». Me sorprende un poco más la tendencia de moda, esa que hace el camino a la inversa, esto es, considerar importantes los torneos justo los años en los que los ha ganado su equipo y desdeñarlos cuando le han quedado grandes.
De esos ejemplos los tenemos bien recientes. Basta que nos acordemos de la Copa del Rey y el brillo que nos dicen que tiene desde hace unos meses. Puede que esta competición nos pille hartos de tanto fútbol, de tanto partido y de tanto partido a todas horas, de tantos triunfos del Barça, de haberle dado tantas veces la enhorabuena, de contemplar los arranques de modestia almibarada de Guardiola y de perder la cuenta a las veces que nos ha llamado un amigo culé a darnos la turra. Puede, sí, pero Clooney sigue siendo adorable.

María José Navarro

Trofeo de invierno

La globalización que preconiza la FIFA debe ser hecha con prudencia, porque ciertos espectáculos son nocivos para el fútbol.

No es que haya «carranzas» con más nivel que el Mundialito celebrado hasta ayer en Japón, es que si por Cádiz aparece en agosto un equipo la mitad de malo que el campeón de Oceanía o que los amiguetes qataríes que se merendó el Barcelona en semifinales, al organizador del trofeo lo empapelan por estafador. La globalización que preconiza la FIFA debe ser hecha con prudencia, porque ciertos espectáculos son nocivos para el fútbol. Casi ni tiene sentido confrontar al campeón de Europa con el de la Libertadores, así que mucho menos incluir en la fiesta a representantes neozelandeses o a los congoleños que jugaron la última final contra el Inter. Rosell pretende reducir la Liga, ¿para jugar pachangas con estos tuercebotas o con el Bate Borisov? Mientras los futbolistas claman por una racionalización del calendario, los dirigentes inflan las competiciones. La antigua Intercontinental se liquidaba en una tarde, pero ahora se juegan ocho partidos, incluido uno por la quinta plaza disputado anteayer entre el Monterrey y el Esperanza de Túnez. De broma. En España, la Copa del Rey se celebra entera a doble partido, ¡¡¡y con sorteo preestablecido desde octavos!!! para propiciar la final que todos ustedes se imaginan. Es decir, que a nadie le importa un bledo la sobrecarga de esfuerzos de los artistas mientras estén actuando, como queda demostrado con las extenuantes giras de verano. Y así alargará su reinado Blatter ad infinitum, porque cualquier disparate que se le ocurra es financiado por magnates ávidos de ver a Messi haciendo diabluras en su jardín.

Lucas Haurie