España
Cáritas por Ángela Vallvey
El número de personas atendidas por los servicios de acogida y asistencia de Cáritas ha pasado de 370.251 en 2007 a superar un millón en 2011: un incremento de más del 174 por ciento. La pobreza es lo único que crece bien en España y, desde Cáritas, se admite que el trabajo que debería hacer el Estado no puede realizarlo en solitario esta organización humanitaria de la Iglesia católica que desde su fundación en 1867 lucha decididamente contra la exclusión, la discriminación y la miseria. Después de más de cinco años de crisis, España se fractura en brechas de penuria y necesidad que le supondrán un alto coste a la sociedad. La indigencia y la estrechez se mutualizará, de una manera u otra, y el precio será caro porque los intereses que una nación paga por toda una clase social depauperada son mucho más elevados que los de la prima de riesgo. ¿Qué hacer para evitar la proletarización de las clases medias-bajas españolas cuando no existe la posibilidad de darles trabajo y se acaban los subsidios…? Los antiguos romanos usaban el concepto de «proletariado» para designar a una clase social que sólo era capaz de concebir hijos (prole), pero que carecía de recursos o perspectiva de trabajo. Cuando una colectividad se proletariza significa que se desarraiga por la base y, sobre todo, que pierde la esperanza, que no atisba la ilusión de mejorar sus condiciones de vida, que abandona la idea de lograr un bienestar digno para las familias –una familia saludable enraíza al sujeto en la comunidad–, significa que expulsa a una masa ingente de personas que no llevarán una vida activa, con interés por los asuntos públicos y conciencia del mañana.
En Cáritas lo saben: llevan mucho tiempo dando la voz de alarma.
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