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Sin patrimonio personal ni inversiones
Madrid- La Casa del Rey española tiene peculiaridades que no comparten otras instituciones similares en el resto de Europa. No sólo el hecho de que su presupuesto sea de los más bajos del continente y su gasto por habitante el más reducido, sino que su financiación depende exclusivamente del Estado, es decir, de los contribuyentes, en tanto que otras monarquías europeas no sólo reciben aportaciones del erario público, sino que realizan negocios e inversiones y tienen propiedades de toda índole. Sólo en el caso del Principado de Liechtenstein su familia real se sustenta por su propios medios.
El caso de la Reina de Inglaterra, Isabel II, y de su familia, es quizá el más significativo, no sólo por la popularidad de todos ellos gracias al papel couché, sino por el patrimonio que acumulan. La Reina suma un patrimonio que rondaría los 500 millones de euros, convirtiéndola en una de las mujeres más ricas del mundo. Palacios, campos, obras de arte y otros bienes forman parte de sus propiedades, mientras que en el caso de Don Juan Carlos, ningún palacio ni vehículo ni mobiliario le pertenece, puesto que son parte o bien de Patrimonio Nacional o de otras instituciones del Estado. Eso sí, sus cuentas son las más transparentes y específicas de todas, incluyendo gastos en alcohol o peluquería.
En Holanda, cuya casa real tiene un presupuesto ligeramente inferior al de la inglesa, los ciudadanos aportan 13 veces más dinero para la manutención de su monarquía que en España. 2,4 euros por habitante contra los 0,18 que nos cuesta nuestra Familia Real.
Además, allí se dan curiosos gastos como 84.000 euros anuales para el mantenimiento del yate real «Groene Draek» (dragón verde), así como 30.000 euros en viajes al Caribe de toda la familia. La reina Beatriz, a la que se atribuye una fortuna personal de 158 millones de euros, tiene siete doncellas. El caso de Bélgica es llamativo también por el hecho de que no sólo el Rey reciba una asignación muy superior a la de nuestro Monarca (10 millones de euros), sino que, por ejemplo, la Reina Fabiola, viuda del Rey, recibe 1,5 millones de euros sin apenas representatividad pública.
La casa real sueca, con un presupuesto cercano al de la española, por ejemplo, recibe ingresos extra por las visitas guiadas a los palacios y souvenirs.
En el extremo opuesto de la transparencia se situaría Alberto II de Mónaco. La casa monegasca no proporciona dato alguno del sueldo del príncipe ni de los gastos que realiza.
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