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La Razón
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¿Cuándo comenzó la Transición? Para unos con la muerte de Franco, para otros con el referéndum para la Reforma política de 1976 y los más piensan que tras el referéndum constitucional de 6 de diciembre de 1978. Más discrepancia hay en el fin. Unos lo fijan en 1982, cuando la UCD deja paso a los socialistas; para otros fue con la primera gran alternancia en el poder, en 1996, al ceder el PSOE el paso al PP. Y los hay que todavía no tienen claro que la Transición haya concluido. Me adscribo a éstos últimos. Soy de los que piensan que la Transición concluirá cuando, gobierne quien gobierne, no se tense la normalidad democrática y constitucional. La derecha fue madrugadora y hace ya mucho tiempo que hizo su transición, aunque alguno no lo ha entendido así. En 2007, en su última Junta General de Accionistas como presidente de Prisa, Polanco clamó: «Si hubiera un partido de derechas moderno, laico y democrático no tendríamos ningún empacho en colaborar con él», aunque más bien reclamaba una derecha que no se inmiscuyese en esos asuntos tan exclusivos para la izquierda como la Justicia, la educación, la familia, el derecho a la vida o las libertades. El papel que asignaba a ese partido –ideal– de derechas era no tocarlos, que se atuviese a ser un recambio puntual.

Retomo ese análisis porque algunos sí tienen pendiente esa transición a un modelo europeo, moderno, laico y democrático. Ahí está la reciente profanación de la capilla de la Universidad Complutense. Según sus autores fue una «performance simbólica no violenta», pero más que su descerebramiento y frente a la sensatez del ministro, irrita una izquierda solidaria con el camorrista, un comunicado oficial que ladinamente iguala a ofensores y ofendidos; irrita aquellos que desde la izquierda sólo ven acoso al rector o que éste –como El País– vea que el problema es que hay capillas en la universidad: con esa lógica, ante un atraco, el problema sería que hay propiedad privada. Otra perfomance: Sortu, o la nueva Batasuna. Leo que el catedrático Pérez Royo –columnista de El País, El Periódico, tertuliano de la Cadena SER– asesoró al abogado de etarras Iruín para redactar sus estatutos, que Santiago Carrillo pide que no se ilegalice, como el Secretario de los socialistas vascos o Llamazares o Puigcercós o los exfiscales Mena y Villarejo; éste ya decía en 2007 que la ley de partidos es incompatible con la democracia o atacaba la dispersión de presos de ETA. No niego, por principio, que el hecho de que se integren en Sortu personas que han sido de Batasuna o de ETA podría facilitar su incorporación a la democracia, pero aún hay mucho camino por recorrer. Lo inquietante son esos sectores de la izquierda tan propicios a identificarse con quienes son enemigos de la democracia.

Allá, en 2006, siendo yo Vocal del CGPJ, en pleno runrún sobre la negociación con ETA, Izquierda Unida criticó la actuación de los tribunales. Declaré que esa formación y ETA eran parte de la misma «familia ideológica», la del marxismo; «no sé si son parientes cercanos o muy lejanos» añadí. Hablaba, obviamente de afinidad ideológica, no de connivencia pero IU se indignó, lo que me sorprendió: ¿tuvo reparo para unirse a Herri Batasuna en el pacto de Lizarra?, ¿acaso HB no fue ilegalizada en firme por ser ETA? Otros casos, no desmentidos, son más tremendos como el narrado por un socialista, Juan Carlos Girauta: en la sede del PSC se aplaudió la noticia del asesinato de Sáenz de Ynestrillas. Otra muestra de esa transición pendiente es la incapacidad para entender la independencia del Poder Judicial. Hace tiempo que escribí sobre esto: a lo dicho, a los hechos y a las leyes me remito, lo que avalan dos ejemplos recientes: el acoso al Tribunal Constitucional ante su inminente sentencia sobre el Estatuto catalán o esos aquelarres contra el Tribunal Supremo por haber osado inculpar a Garzón. Pero llueve sobre mojado ¿o no se recuerda esa otra performance a las puertas de la cárcel de Guadalajara, con aplausos a los condenados en firme por crímenes de Estado?; parafraseando a Polanco, ¿esa es una izquierda europea, moderna y democrática?, ¿lo es –otro ejemplo más– la que sienta al fiscal general del Estado en el Consejo de Ministros? No creo hablar de hechos aislados sino de algo que parece consustancial a parte de la izquierda, como parece probarlo lo que parece ser incapacidad para entender el derecho a la vida, la libertad de enseñanza o la libertad religiosa.

Insisto, lo que Polanco reclamaba a la derecha cabe reclamarlo a la izquierda: que sea moderna, democrática y laica, no laicista. Lo último –el asalto a la capilla de la Complutense y días después otro episodio de agresión en la Universidad de Barcelona–, muestra que en la izquierda los hay que aún no han hecho la transición, muestra un déficit democrático que se superará cuando se alejen de ciertos indeseables, cuando entienda eso de la independencia judicial y se aprecien los derechos y libertades fundamentales.