Literatura

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El talón de hierro por César Vidal

La Razón
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Uno de los escritores más extraordinarios de la historia de la literatura norteamericana fue Jack London. Buscador de oro, socialista y, sobre todo, novelista, tejió multitud de novelas y relatos con lo que había sido su propia vivencia en un mundo donde la vida se protegía a puñetazos y dentelladas. Sin embargo, excepcionalmente, London se permitió apartarse de ese tono autobiográfico para caer en la novela de tesis donde describía el mundo del futuro. 

Ése fue el caso de «El talón de hierro», una de las primeras novelas socialistas de la Historia – las utopías venían de mucho más atrás y reunían nombres como Platón, Moro o Campanella, y las antiutopías no se habían redactado aún–, que pretendía describir a inicios del siglo XX cuál sería el desarrollo del capitalismo y la manera en que se produciría el avance, luchando contra tan monstruoso Leviatán, de la causa socialista. Leí «El talón de hierro» en la adolescencia y me impresionó profundamente. Todavía no había estallado la revolución nicaragüense, donde yo perdería toda fe en las revoluciones, y la lectura de Solzhenitsyn me había inmunizado de la URSS pero no de la izquierda. La novela me subyugó como ninguna otra de sus obras. En sus páginas, escritas como un manuscrito encontrado en el futuro, creí contemplar una descripción exacta del sistema capitalista y razones sobradas para el socialismo. El problema es que London no acertó en sus predicciones. Para colmo, el primer estado totalitario no fue capitalista sino socialista y la libertad no vino sobrevolando por encima de rojas banderas. No tardé en percatarme de que London fue incapaz de intuir el futuro que tan sólo estaba a muy pocos años de su presente.

Quizá ésa sea la razón por la que «El talón de hierro» es obra poco editada –a nadie le gusta dejar al descubierto los errores proféticos– y menos leída y, sin embargo, sigue mereciendo la pena. Su talento literario es obvio y sólo queda de manifiesto que el arte no siempre va unido al sentido común, al análisis correcto de la realidad, a la visión de futuro o a la inteligencia política. Nada nuevo, por otro lado, bajo el sol.