Festival de Venecia

Lars von Trier: simpatía por Hitler

El cineasta tuvo que disculparse por sus erráticas declaraciones pro nazis

066nac19fot2
066nac19fot2larazon

Lars Von Trier parece haberse recuperado de su depresión, pero, como ocurrió hace dos años con «Anticristo», convirtió la rueda de prensa de «Melancholia» en un espectáculo circense que pareció incomodar hasta a los micrófonos. Y a Kirsten Dunst, una de sus actrices, que se ruborizó visiblemente cuando la implicó en su próximo proyecto, una película de porno duro, y que le llamó la atención cuando empezó a elogiar a Hitler. «He dejado de beber, ahora leo libros, soy tan aburrido como el resto del mundo». Es obvio que lo que le resulta aburrido son las preguntas de la Prensa, por eso no tardó demasiado en ponerse irónico, lanzando pullas a diestro y siniestro («Charlotte Gainsbourg no es fraude. Son dos maneras de entender la interpretación, la francesa contra la americana. ¿Debo hablar de "Spiderman"ahora?», preguntó mirando a Dunst), haciendo una broma pesada a costa de la directora Susanne Bier, llamando alcohólico a Skarsgaard y declarándose nazi para asegurarse un titular en la prensa.

«Comprendo a este hombre»
Escúchenlo de cerca: «Lo único que puedo decir es que fui muy feliz durante mucho tiempo pensando que era judío, pero entonces me enteré de que en realidad era un nazi, porque mi familia era alemana. Y eso también me gustó. ¿Qué puedo decir? Entiendo a Hitler. Creo que hizo algunas cosas malas pero puedo verle sentado en su búnker. Lo que digo es que comprendo al hombre. No es un buen hombre, pero lo entiendo y simpatizo con él. Vale, soy un nazi. Respecto al arte, estoy con Albert Speer. Él fue uno de los mejores hijos de Dios». Por la tarde, el cineasta danés envió un comunicado en el que pedía disculpas a quienes se hubieran sentido heridos por sus erráticos comentarios.

Los chistes de Von Trier no deben oscurecer el verdadero motivo de esta crónica: que «Melancholia» concursaba en Cannes. Y si «Anticristo» medía las constantes vitales del género de terror, «Melancholia» debería hacer lo mismo con el cine de catástrofes. No lo hace, porque el género no parece interesarle lo más mínimo: «No es una película sobre el fin del mundo, sino sobre un estado mental». Von Trier filma un ampuloso prólogo, entre prerrafaelitas y neorromántico, con la música del «Tristán e Isolda» de Wagner, para reforzar esa idea. El arranque funciona como sumario del resto del filme y anuncia un final inevitable: el planeta Melancholia sale de su órbita y destruye la Tierra. Eso pasará, queramos o no. «Melancholia» –que, lo crean o no, surgió de las conversaciones del danés con Penélope Cruz, que abandonó el proyecto para interpretar «Piratas del Caribe IV»– deja que el desastre se proyecte en la figura de dos hermanas, Justine (Kirsten Dunst) y Clare (Charlotte Gainsbourg), polos opuestos. Son las protagonistas de los dos segmentos en que se divide el filme. El primero, centrado en la boda de Justine, el segundo, en la espera de estas dos mujeres a que el mundo explote. Ninguno de los dos capítulos logra rozar la dolorosa intensidad del anterior cine de Von Trier. Más cerca de los experimentos manieristas de sus inicios que de la etapa que arranca con «Rompiendo las olas», la película se conforma con retratar dos modos distintos de digerir el miedo provocado por una situación extrema, pero ni Justine ni Clare se revelan contra la actitud moral que tienen que encarnar, nunca evolucionan.


El olor a basura

Es obvio con quién se identifica Von Trier, a través de quién nos transmite su nihilismo. Justine representa la lucidez que da la locura. Como la Karen de «Los idiotas» o la Grace de «Dogville», Justine ve más allá de las cosas, y el fin del mundo no la aterra. Clare, que simboliza el equilibrio y el orden, entra en pánico porque tiene mucho que perder. Esas dos posturas quedan claras en la primera parte, y Von Trier no sabe o no quiere desarrollarlas, como si el concepto de «Melancholia» se agotara en su enunciado. El acabado visual es, por supuesto, impecable, pero el diseño del relato y de los personajes es escandalosamente esquemático para los estándares del cine de Von Trier. La prensa aplaudió que se haya domesticado, él se descolgó con una de sus bromas («ni siquiera sé si la película es una basura») y quien esto firma se sintió más decepcionado que melancólico.


¿Habrá la misma reacción?
Aunque Von Trier dijo sentir simpatía por Hitler, inmeditamente saltaron las alarmas y se disculpó. Mel Gibson, quien ayer también paseó por Cannes, arremetió años atrás contra los judíos en pleno ataque etílico. También pidió perdón, pero desde entonces Hollywood le ha vuelto la espalda.


El detalle
MIRARSE EL OMBLIGO

En la sección oficial, «Hizaku», Naomi Kawase retrata un triángulo amoroso desde una perspectiva tan panteísta como elusiva. El resultado es de una autoindulgencia que rivaliza con la de la propuesta experimental de Cavalier en «Pater». El director llama a Vincent Lindon para filmar los ensayos de una cinta que nunca se rodará. Cine doméstico que se mira el ombligo.